viernes, 13 de diciembre de 2024

La edad va dejando experiencia

Amigas y amigos: Este pasado 31 de marzo cumplí mis primeros 53 años de vida profesional. No es ocioso ni gratuito: también cumplo hoy 52 años de casado con mi novia-amiga-amante-compañera Marcela, la misma adorable mujer y profesionista; 10 años de ser profesor de odontología en tres escuelas y facultades (que equivalen a unas 30 generaciones); más de 45 como conferencista en la ADM, FDI, ADDF y en forma independiente; muchos de ser padre —que no es cosa fácil—, pocos de ser abuelo—que es una delicia—, muchos de ser dirigente y lo que se llama líder de opinión (sea lo que sea) y más de 53 de ser escritor —que no es otra cosa que ser una especie de conciencia de nuestro país, de nuestra profesión, de nuestro tiempo y nuestra circunstancia. Soy de los que verdaderamente vivieron—junto con algunos otros colegas fui actor y testigo— el movimiento estudiantil-popular de 1968, fui fundador de tres escuelas o áreas de odontología, de dos o tres asociaciones profesionales, uno de los iniciadores de las clínicas de multiservicios en nuestra profesión y otra en la especialidad de odontología del sueño en México; el primer dentista en escribir y publicar dos novelas y muchos cuentos breves, cerca de 100 artículos científicos o profesionales, en dar cursos de mercadotecnia odontológica en el mundo de habla hispana, en ser portavoz de tres compañías mundiales y de escribir cinco libros sobre este tema (uno con dos ediciones). También tengo experiencia en fundar escuelas de odontología: he fundado tres, que ahora inmediatamente cerraría. ¿Por qué? Porque he presenciado—igual que todos ustedes—la debacle que han formado en nuestra profesión la indiscriminada formación de dentistas sin controles de calidad en sus estudios y la abundancia de escuelas de odontología basadas en mezquinos intereses comerciales y, sobre todo, por la falta de control por parte DE LAS AUTORIDADES Y ASOCIACIONES GREMIALES correspondientes. Ya no hay pacientes para todos. No de los que puedan pagar, y el gobierno sigue sin asumir su responsabilidad en atender a los que no pueden hacerlo. Todos sabemos que cuando la oferta de servicios supera a su demanda, todos tenemos que bajar nuestros honorarios y disminuir el número de posibles pacientes. La teoría es asesinada por la experiencia, dicen que dijo Albert Einstein. Les puedo asegurar que, como todos, he cometido muchos errores, que son el impuesto que pagamos por vivir. Son las cicatrices de la vida, como las canas. Pero no me arrepiento de lo que he hecho. Y me arrepiento mucho de no haber hecho más cosas y de lo que no-he-hecho. ¿No les hubiera gustado dar la vuelta al mundo, conocer más miembros del sexo opuesto, comer en los mejores restaurantes, divertirse más y explorar el Amazonas o volar un jet de combate? ¿O fundar una empresa, filmar una película, cantar profesionalmente o fundar una empresa de inteligencia artificial? Miren esta imagen cinematográfica: La vida es un larguísimo pasillo que lleva del nacimiento hasta la muerte y que tiene muchas puertas cerradas a ambos lados. La mayor parte de la gente pasa por el pasillo y no abre ninguna puerta: llegan a la muerte sin haber conocido muchas cosas. Yo pienso que hay que ir abriendo las puertas que se nos van presentando a izquierda y derecha. Al asomarnos al interior de éstas, veremos cosas nuevas y diferentes, y sabremos qué es lo que nos atrae y qué no lo hace. A veces son oportunidades mucho mejores que la que hemos escogido. Porque debemos reconocer que uno escoge su carrera en la peor etapa de su vida: cuando nos falta experiencia, no sabemos la importancia de ganar un buen salario, y ni idea tenemos de los enormes gastos e inversiones que nos esperan en el futuro… o la salud que nos depara nuestra vida. Los que me leen ahora, ¿volverían a estudiar odontología? La respuesta es fácil: muchos de ustedes no lo harían. A esa edad no sabemos lo que queremos, en la gran mayoría de los casos ni sabemos cuántas carreras hay y nos dejamos guiar por nuestros amigos y parientes; creemos que vamos a salvar a la humanidad (que luego ni nos hace caso), y somos, en general, quijotes. De joven uno puede darse el lujo de ser quijote, pero cuídense, porque de viejo se vuelve uno un “que-hijote”. Volviendo a hablar del pasillo largo que es la vida: en este camino les sugiero que abran las puertas laterales, tómense el tiempo necesario dentro de aquellas que les satisfagan. Yo lo hice. ¿Y adivinen qué? Eso me llevó a conocer la literatura, la política, las buenas relaciones públicas, las artes, la ciencia (que es lo único en lo que creo), la buena comida y bebida,, muchas personas inigualables de las que aprendí enormidades, problemas a los que con ayuda de otros afortunadamente encontré solución—y experiencia—y al conocimiento (modesto, si se quiere) y a la inquietud por seguirme superando y—por qué negarlo—a situaciones de las que alcancé a salir vivo sólo por un pelo, pero de las que aprendí mucho a pesar de los golpes que me llevé o me dieron. Por lo menos aprendí a no meterme en esos caminos. Hubo otras, afortunadamente pocas, en las que fracasé. Pero hasta de eso aprendí. ¡Aprende uno hasta de sus fracasos! Que no les cuenten: estoy convencido de que el verdadero infierno es el temor al cambio, el miedo, el creer en todo lo que nos dicen nuestros maestros y políticos; en nuestra ignorancia y en la de los demás—pocas cosas tan temibles como la ignorancia en acción—, el fundamentalismo religioso y político, el rencor, pero sobre todo la envidia, la ingratitud y la soberbia—que son de los pecados inconfesables, porque todo ello nos inmoviliza. Podemos confesar muchas cosas, pero la envidia y la ingratitud, nunca. ¿Verdad? Cuando hemos ido teniendo éxito, muchos de nuestros conocidos nos profesan la envidia al éxito. Éxito a qué? ¿Al profesional, al sexual al familiar? No quiero que ustedes, mis amigos, vivan un infierno. Así que—aunque cueste mucho trabajo— hay que librarse de estos pecados indecibles que a veces son peores que muchos de los católicamente llamados “mortales”. ¿Cómo se libra uno de ellos? Cambiando los caminos trillados con cultura y mente amplia, valentía, con seguridad en nosotros mismos, moviéndonos, avanzando, leyendo, cultivándonos y mejorándonos… y aguantando y tratando de mejorar a los idiotas, a los ignorantes y conservadores. A veces—muchas—hay que cambiar de “amigos”. Ni modo. Cámbienlos a tiempo y no permitan que sean un lastre en sus vidas (que es la única que tendrán). Hay personas que se esfuerzan porque el globo aerostático no vuele. Recuerden que hay que viajar ligeros, y eso incluye deshacerse de las personas tóxicas. ¿Cómo reconocerlas? Son las que sacan lo peor de nosotros, las que nos hacen sentirnos devaluados, delincuentes, ignorantes, enojados, débiles, atemorizados, inadecuados, enojados- (¡Ah, la gran culpa judeo-cristiana!) Las personas más exitosas son aquellas que saben aplicar el plan B (cambiar de ambiente, amigos y personal) y se rodean de personas que sacan lo mejor de nosotros y nos hacen valiente y amigos, seguros de nosotros mismo, valiosos, capaces, amados, respetados y apreciados. ¿Se han fijado que los que vamos teniendo experiencia queremos dejar la vida a los que nos siguen, para que les sea menos dura? Y generalmente los jóvenes, arrogantes y escépticos, no la acogen ni mucho menos la aprecian o agradecen. El error de la juventud es pensar que la astucia y el intelecto primario compensa la falta de experiencia, en tanto que el error de los adultos es pensar que la pura experiencia sustituye a la inteligencia nata y a la actualización. Hablando a los más jóvenes: curiosamente, quienes hablamos de la feria es porque ya hemos estado en ella un buen rato. No hemos llegado a esta edad cometiendo, perdón, pendejadas. Nos han pasado las cosas que NO queremos que les pasen a ustedes. Dicen que un hombre sabio escarmienta al ver lo que sucede a los demás Y que uno más sabio no se espera a ver lo que le sucede a los demás, sino que aprende de lo que le dicen. Nunca he visto esto. Para llegar a esta mi edad siendo productivo he aprendido muchas cosas: que tenemos desde jovenzuelos que fijarnos objetivos ambiciosos, pero logrables (y luego fijarnos otros más y más altos); que hay que ser cultos, astutos, pacientes y perseverantes, a aprender de los demás, y si se puede, conseguirnos un buen mentor que nos guíe; a ser buenas personas, generosas y éticas, ser fieles a nuestros valores personales; a ser congruentes entre lo que hacemos, decimos y pensamos; a estar dispuestos a cambiar nuestras creencias cuando se presenten otras más verdaderas. Dicen que en la vida no hay nada constante, excepto el cambio. El hombre debe ser siempre flexible como una caña, no rígido como el cedro. Hay que amar y disfrutar a tiempo (como dijeron José José y Marco Antonio); a vivir el presente y reconocer que hay una edad para cada cosa. Después de todo, el pasado no se puede cambiar y el futuro aún no llega. Hay que deshacerse a tiempo—lo repito—de compromisos y conocidos intrascendentes, fatuos y que no nos aporten nada. Reconozcan siempre a sus verdaderos amigos como aquellos que sacan lo mejor en ustedes; que desean que ustedes mejoren, no los que quieran que ustedes vean y cometan errores. Reconozcan como sus enemigos a quienes les hagan sacar su peor parte—tener bajos valores en la vida, faltar a sus familias, embriagarse, consumir drogas, delinquir, engañar a los demás, maldecir, ser crueles, débiles, pesimistas e intolerantes—y quienes los quieran llevar al pasado. Desháganse de ellos de una buena vez. Y desconfíen profundamente de quienes se vanaglorian de sus éxitos y conocimientos y no los aportan al bien común. Esos son huecos y no merecen ser amigos de nadie. Algo muy importante: Nunca cambien un solo día de éxitos profesionales por un día de alegría y sin remordimientos con su familia y amigos. Hay que aprender que los pequeños asuetos esporádicos son muy necesarios… y sabrosos. Sin importar credos ni religiones (que siempre nos hablan de un posible más allá siempre que nos portemos bien según sus reglas o “leyes”) debemos concentrarnos en el aquí y en el ahora, con nuestras familias, amigos, empleados, pacientes y colegas y no colegas —pero sobre todo, y les juro que no exagero, con la frase del prócer Vicente Guerrero tamborileando en nuestra mente, “la Patria es primero…la Patria es primero…” Esto último es sorprendente para casi todos los dentistas y médicos que lo escuchan por primera vez, pero hay que recordar que lo poco o mucho que tenemos, lo que han hecho nuestras familias, nuestros antepasados, se lo deben a este país que merece mucho mejores dirigentes y políticos y salir de la idioticracia: México. Tras esto escrito, les deseo a todos los que me escuchan o leen, las mejores fiestas del 2023 y el mejor 2024, sin los obstáculos que nos perjudicaron un sexenio. ¡Muchas felicidades para todoso mis amigos y amigas! Les deseo a todos, a mi país, salud, dinero y amor y mucha mucha paz! ¡Y deseo de todo corazón que todos cumplamos muchos más años, pero siempre actualizados y preparados para el futuro.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

LO QUE FALTA EN LA CARRERA DE ODONTOLOGIA PARTE 2 Y FINAL

Aún así, siendo éstas cirujanas dentistas, me ha tocado ver, al entrevistarlas de a dos en dos, y pedirles que me demuestren su capacidad y conocimientos para anestesiar regionalmente sin dolor a su compañera, que algunas de ellas han atravesado inadvertidamente la mejilla de su compañera, derramando el bloqueador… en el suelo. ¿Quién les enseña a anestesiar? Retírenlo, por favor. La odontología moderna, actual, es la que se puede hacer porque el paciente no experimenta dolor durante las maniobras (puede que después quede un poco adolorido). Es decir: hemos avanzado en técnicas debido a que podemos hacerlo tranquilamente al saber que no estamos causando daño al paciente en ese momento. Si esto no es así, si le duele al paciente, si se le salen las lágrimas no es por “nervios” o por angustia: es porque le duele. Y eso hace que tengamos que hacer la odontología previa a 1930. Y que nos quedemos sin pacientes. Pero no para ahí la cosa: me han tocado como alumnos algunos que no “pueden ver al cadáver”, o peor: le tienen asco a la sangre o a la saliva. ¿Pues qué nadie les había dicho cuál era su área de trabajo? Eso es imperdonable, y hace que haya una súper abundancia de así-llamados-dentistas que se dedican a no ver nunca sangre. Como en la rehabilitación oral, la endodoncia o la ortodoncia… o hasta la odontología sanitaria. Ahora, muchos de mis colegas, entre ellos algunos amigos y alumnos míos no hacen extracciones ordinarias (ni hablar de las quirúrgicas). En mis tiempos de más juventud los dentistas éramos conocidos por “sacamuelas”: todos extraíamos dientes afectados. A mi y a mi equipo nos tocó inclusive reducir fracturas mandibulares, quitar mucoceles, hacer biopsias (una salió cancerosa). Y no éramos especialistas, éramos alumnos no recuerdo si de 9º o 10º semestre. ¿Y qué hacen estos dentistas a los que aludí primero? Pues, mandan las extracciones más ordinarias con los benditos cirujanos máxilo-faciales, que deberían estar para procedimientos mucho más complicados. Bueno, de algo tenían que vivir éstos últimos. Entonces: hay dentistas que no saben hacer diagnósticos, no saben hacer el procedimiento requerido y no saber hacer el pronóstico (lo que va a suceder). Ah, tampoco saben qué recetar. ¿Esos pueden llamarse cirujanos (y recalco la palabra) dentistas? Necesitamos que se vuelvan a establecer las clases de ética y Deontología Profesionales. ¿A cuántos de ustedes les han llegado pacientes a los que les prometen las perlas de la virgen por algo que no es necesario? Cuantos de sus pacientes les llegan al consultorio con pésimos trabajos de endodoncia o con horribles soluciones de ortodoncia, dejando maloclusiones que luego han de volverse problemas periodontales? ¿Cuántos de sus pacientes los han dejado por el dentista de enfrente o el de “la clínica fulanodoncia” porque cobran más barato? Claro, cobran más barato en apariencia, porque si suman todo lo que cobran extra, resulta que no son tan económicos y que el dentista que los atendió “ya no trabaja aquí” la siguiente cita para que no lo puedan acusar de hacerlo mal. Casi todos son muchachos bien intencionados y con necesidad de trabajar, pero sin experiencia. Dije “casi todos”. Esto me trae a la cabeza la idea de que lo que ustedes más deben de proteger es su base de datos: la lista de sus pacientes con todos su datos de localización y hasta los procedimientos que han realizado en sus bocas, incluso las advertencias y, claro, sus consentimientos informados. Muchos de ustedes no saben—porque no estuvieron ahí en esos años— todo lo que los fabricantes de resinas compuestas hicieron en los 70´s y 80´s para forzar al mercado sus productos, atacando a las fantásticas amalgamas. Estos magos de la publicidad ignoraban que el mercurio (al que le achacan todo tipo de males, desde el Parkinson hasta la demencia) pierde sus propiedades tóxicas una vez que se amalgama con el estaño y el zinc. Para mí, este material es muy superior a las resinas, exceptuando su color y su falta de estética. Pero puede usarse en molares sin problema, a menos de que sean cantantes o actores (que no es lo mismo, para nada, que ser “artistas”). Nada más comparen la duración de las obturaciones de resina por más avanzada que éstas sean y las de amalgama bien puesta. Me da mucho orgullo ser exalumno de la ahora Facultad de Odontología de la UNAM, sede CU. Creo y seguiré creyendo que es la mejor del país, incluso mejor que las de paga. Ahí los alumnos nos damos un “baño de México”, porque hay alumnos de todos los estados y todas las clases sociales. Y obtenemos una mísitica universitaria que no les he notado a los que provienen de otras universidades. Los profesores son los mejor preparados y probablemente los mejor pagados (aunque eso es debatible) y con mayor experiencia profesional y deseo que mi Facultad así lo siga siendo. Y espero que estas ideas, coronadas por mis 55 años de experiencia profesional haciendo de todo (excepto endodoncia, placas totales e implantes) les sirva de orientación para seguir mejorando. Se me quedan “cosas en el tintero”, como decíamos los escritores hace años. Pero cuando las vaya recordando y analizando las seguiré publicando.

martes, 19 de noviembre de 2024

LO QUE FALTA EN LA CARRERA DE ODONTOLOGIA EN MEXICO Parte 1

A lo largo de mi ya larga carrera en la profesión me he dado cuenta al tratar de contratar ayudantes y asociados que éstos y éstas no tienen ya la misma buena preparación que tuvo mi Generación 65-69 en la UNAM. Y es tiempo de hablar de ello, desde mi punto de vista de ser un profesionista con más de 55 años de practicar, tratando de ser el mejor, esta fantástica profesión, en la que me ha tocado innovar y fundar tres escuelas de odontología, mismas que ahora cerraría temporalmente. En esos años, los estudiantes de odontología cursábamos las mismas materias que los de medicina humana. Cuando nos tocó disecar cadáveres, disecamos todo el cuerpo y no sólo la cabeza y el cuello. Los genios que escribieron el contenido de la carrera creen que la cabeza y el cuello trabajan independientemente del resto del cuerpo. La farmacología que llevamos era de todo el cuerpo, no de la cabeza y el cuello y por eso estudiamos las drogas que podrían sernos útiles, como los anticolinérgicos (¿que es eso?, se han de preguntar los estudiantes de hoy), los hipnóticos, las vitaminas y minerales y en general toda la farmacología que a mí me ha resultado ser muy útil en mi vida profesional y casera. Por eso me choca que la deficiente COFEPRIS nos limite, ahora, a recetar antibióticos, anti-inflamatorios y analgésicos. Si un paciente saliva mucho, hay que usar anticolinérgicos, si está muy estres ado por nuestros procedimientos, debemos recetarla un sedante, lo mismo que si es un bruxista consumado. Eso no lo entienden en la COFEPRIS, lo que demuestra su falta de conocimiento de nuestra carrera y de la indivisibilidad del organismo. Y lo mismos con otras materias: en bioquímica hay que enfatizar el conocimiento y la forma práctica. de aprovechar el Ciclo de Krebbs (o como se llame ahora), en fisiología no tendría caso aprender el funcionamiento del hígado para desprenderse de las toxinas y para formar nuevas sustancias, o de los riñones o qué es la diálisis, el reflujo gástrico o los posibles problemas de tener reflujos gastro-esofágicos al practicar la profesión o cuando desgraciadamente uno de nuestros pacientes se traga una incrustación o una corona. ¿Cuál es el peligro de una broncoaspiración? En patología, la importancia de mantener limpio el cuerpo de los terribles focos infecciosos buco-dentarios que afectan válvulas del corazón, músculos oculares, riñones y articulaciones. ¡Qué prestigio experimentaríamos si cuando sabemos que a uno de nuestros pacientes le van a operar la cadera o las rodillas, le hablamos a su médico para exponerle que tiene tantos y cuantos focos infeccioso que pueden alterar el pronóstico de la esperada cirugía¡ Hay cosas mucho más importantes: debería existir la materia seriada de Mercadotecnia y Organización del consultorio. A lo largo de mi vida, especialmente estos últimos 30 años, he sido pionero en la enseñanza de esta materia a lo largo de todo el país y de América Latina y he tenido la satisfacción de ser escuchado en mis cursos de 8 horas ¡por 20,000 cirujanos dentistas! Y de haber escrito cinco libros sobre el tema e incontables artículos en casi todas las revisas mexicanas de odontología (y en alguna extranjera también). No muchos conferencistas han tenido este honor que no lo tomo para mí, sino para México. Esta materia aumentaría en los estudiantes la confianza de saber que no sólo están atendiendo pacientes, sino que podrán contar con un modo de vida cómodo y seguro. Porque además de enseñar a afijar honorarios, a escoger en dónde poner el consultorio, a trabajar en equipo con otros especialistas. Les enseñaría a tener listos los papeles que el paciente ha de firmar para librarnos de responsabilidades que hasta ahora ignoramos o sabemos a medias. Y también les enseñaría a sacarle el jugo a la importante labor de las asistentes dentales. En mi libro vienen 85 nuevas funciones que puede y debe ejecutar el personal auxiliar… y puede haber más, haciendo que el consultorio sea visto más profesionalmente. Esa es otra cosa: hay que tener escuelas universitarias anexas a las facultades y escuelas de odontología en las que se enseña a trabajar a las asistentes e higienistas tan necesarias. Pero sólo se puede hacer esta educación al mismo tiempo que se prepara a los cirujanos dentistas. Hasta ahora, las asistentes nuestras han tenido que ser, desgraciadamente, cirujanas y cirujanos dentistas que no tienen los medios para pagar un consultorio. A ver: si las autoridades saben lo que cuesta estudiar nuestra carrera (la más cara del mundo), y lo que cuesta equipar decentemente un consultorio dental, ¿por qué no hacen exámenes de selección en donde los muchachos demuestren que pueden hacerse de estas cosas? ¡Suena clasista, verdad? Pero si nos damos cuenta el 50% o más de los profesionistas que actualmente estudian van a acabar siendo asistentes dentales. Es mucho costo para las universidades (claro: las de paga están felices, no les importa nada) y sólo sirve para que los padres de estos muchachos y muchachas puedan presumir que sus hijos son dentistas cuando en realidad están haciendo una labor por debajo de sus sueños.

lunes, 23 de septiembre de 2024

LA POPULARIDAD DE AMLO.

Andrés Manuel se retira con una popularidad que según las encuestadoras está entre el 60 y el 70% de la población con teléfono de todo el país. Hay que preguntarse varias cosas. La popularidad es fácil de conseguir si uno aparece diariamente durante varias horas diciendo ocurrencias que pueden ir desde lo trágico hasta lo cómico y risible. Cantinflas era más popular el Chavo del Ocho y Bozo el payasito también. Pero la popularidad nada tiene que ver con la capacidad ni con la ética y menos con la inteligencia. Puede que con la sagacidad sí. Hitler llegó a ser más popular, Maduro en Venezuela también, Putin en Rusia, igual. Parece ser que confundimos dos cosas: a AMLO con la gestión que afortunadamente para nosotros va a terminar. Si preguntamos a sus adoradores si AMLO lo hizo bien con la seguridad del país, si podemos circular libremente y a cualquier hora por las carreteras del país, nos llevaremos una sorpresa. Lo mismos si comparamos la popularidad de AMLO con el trato que se recibe en los supuestamente casi-daneses (o dinamarqueses, como quieran) servicios que brindan el IMSS y el ISSST$E o las guarderías de niños (¿existen todavía? ¿Sirven?) o con el despilfarro de cientos de MILES de MILLONES DE PESOS en obras suntuarias que todavía no dan fruto. Y como dijo Don Teofilito “ni lo darán”, como el AIFA, el Tren Maya (que desmadró la selva quintanarroense e hizo millonarios a varios de los amigos de AMLO) o la Refinería que no ha producido nada en Dos Bocas, Tabasco y otras muchas más veremos que la popularidad de AMLO y sus eficacia son dos cosas muy distintas. Pregunten a los parientes del casi millón de muertos durante su sexenio, a los de los que murieron por su causa y la del Dr. Muerte-López Gatell, a los que murieron sin la oportunidad de recibir una atención médica profesional por médicos y médicas mexicanos de verdad (no los técnicos cubanos). Se llevarán oootra sorpresa. Realmente este sexenio va a quedar grabado en los anales de la estadística como que casi no hubo crecimiento poblacional. Goebbels, el ministro nazi de propaganda fue quien dijo (pero no inventó)las frases “una mentira repetida mil veces se torna en verdad” y “la propaganda es una de las armas más efectivas de la guerra”. Vean a dónde llevaron a un pueblo culto como el alemán en los tiempos hitleranos. Ver:https://psicologiaymente.com/social/principios-propaganda-goebbels Los únicos que aplauden a AMLO son quienes, muchas veces sin merecerlo, reciben dinero de él, los que votan con el estómago y no con el cerebro. Pensar se les dificulta. Son los que han ayudado a que nuestro país, MEXICO, haya dejado de ser una nación reconocida y respetada en todo el mundo y se haya vuelto un narco-estado, como ya se ha demostrado muchas veces. A los que vimos el Desfile Militar el pasado 16 de septiembre y nos asombramos ante el armamento moderno y el poder de fuego que tienen nuestras sufridas fuerzas armadas (los pobres soldados de a pie), ¿no se preguntan por qué con esas armas y esa capacidad de nuestros soldados no hayan limitado muchísimo el poder de los narcos? Porque que yo sepa, nuestros soldados y la mayoría de los marinos no son enviados a combatir al narco, a los carteles. El Comandante Supremo no los manda. O tiene miedo, o le saben algo o están de acuerdo. Ojalá que AMLO tenga remordimientos. Pero luego recordé que los remordimientos los sufren solamente quienes tienen conciencia y moralidad… Fue Presidente de México ¿y esto es todo lo que pudo hacer? ¿No se imaginó nada mejor? ¿Sus asesores no le dijeron nada? Nomás nos falta que nuestra nueva Presidenta, a quien le deseo todo el bien (porque si le va bien a ella, le debe ir bien a los mexicanos) se ponga a transmitir mañaneras… y que los medios acudan a ellas. ¡Por favor, señores de los medios, ignoren esta manera de dirigir la atención y hagan sus trabajos!

lunes, 22 de julio de 2024

PENSAMIENTOS SUELTOS EN JULIO DE 2024

¿Se han dado cuenta de lo importante que son para nuestra carrera las mujeres? Yo pienso que ahora son mayoría en la odontología mexicana, cosa que perturba a los conferenciantes extranjeros que me han preguntado al verlas sentadas en los auditorios que “si son auxiliares dentales” y se luego se quedan con la boca abierta cuando les respondo que son cirujanas dentistas o su equivalente. Y es que en otros países es muy difícil que tantos jóvenes puedan pagar sus estudios. ¡Pobres! Carecen de una UNAM. ¿Por qué cuestan tanto los tratamientos serios y bien hechos de la odontología? (Noten que la palabra odontología y sus especialidades va sin mayúscula, por favor). Hay muchos factores que la encarecen, pero seamos sinceros: cobramos caro. Y de nosotros han aprendido los técnicos dentales y, peor aún, las casas comerciales. Me he dado cuenta de que en México sólo disponemos de los materiales dentales más costosos del mercado, cuando en EEUU y Europa tienen resinas, materiales de impresión como los vinilsiloxanos, fresas y otras cosas de más bajo precio y similar calidad a los que nos venden acá. Por ejemplo: si vamos a reconstruir un muñon para colocar una corona, ¿por qué tenemos que hacer el muñón con resinas costosas si van a estar enterradas (por decirle de alguna manera) bajo una corona? Independientemente de que todo ha subido, en parte gracias a la 4T (aumentan los salarios mínimos a lo loco y causan inflación, claro), los comerciantes se han vuelto más glotones. Además, pocos dentistas se dan cuenta de que a mayor costo de sus servicios, menor es el número de quienes pueden pagarlos. Tengo alumnos que cobran $30 mil por colocar una guarda contra el ronquido (que ni siquiera ellos hacen y que les cuesta unos 150 dólares, o sean $2,700 más o menos). Eso se llama , aquí y en China (bueno, la verdad es que en China no sé) ro-bo. Dicen, y si no lo digo yo, que hasta los más ricos se sienten ricos hasta que van a que los atiendan los dentistas popis. Me temo que yo no soy la excepción. Nunca en mi vida he visto tantos gringos comprando en el Walmart de Miguel Ángel de Quevedo como ahora. Nunca había visto tantos rubios (y rubias, afortunadamente) y orientales en los restaurantes y cafés de la colonia Condesa o de la Roma. ¡Claro¡ La Ciudad de México, y el país mismo, era una de las más económicas del mundo hasta hace unos años (ahora tenemos el dudoso honor de estar entre las más caras). Acá los extranjeros con dólares o euros hacen maravillas, aunque nos quieran hacer creer que el tipo de cambio se debe a un “súper-peso”, cuando la verdad es que las remesas y el que no compremos en el extranjero . nos han ayudado mucho. ¿Esta “gentrificación” es buena o mala? Pues buena porque trae divisas, pero mala porque cuando los extranjeros empiezan a alquilar depas y pagar restaurantes sin protestar por los precios estratosféricos, nos hacen a los mexicanos pagar más también. ¿Nos iremos a vivir a Honduras o a El Salvador?

martes, 16 de julio de 2024

DENTIMEX Y SONRIA SE VAN DE MEXICO

¡Ya era tiempo! Estas empresas que quitan el trabajo a los dentistas que se han preocupado por establecer sus consultorios y han trabajado duro (y arriesgado mucho) han desaparecido. Menciono a “Dentimex” porque la gran clínica que tenían cerca de mi área, en Av Insurgentes y Altavista está cerrada desde hace más de uno o dos años. “Sonría” es otra cosa. Se fueron de México hacia su natal Colombia hace unos días dejando todo lo de escaso valor en UN DIA. En la mañana estaban trabajando y en la noche tomaron el avión (o el submarino) y se largaron sin pagar la renta y me imagino que otras cosas. Yo fui a la central de esta empresa porque el inmueble es de un amigio cercano y presenecié todo esto: cuartos polvosos con sillas (de sentarse, no dentales) amontonadas.Computadoras descompuestas, unos aparatos que creo son para limpiar dientes descompuestos ¿Para qué habrán querido tantísimas sillas? No eran menos de cincuenta. Ni modo: les salió lo “colombiano malo”… Aunque reconozco que hay millones de colombianos "buenos" y trabajadores y muchos son mis amigos. La cosa es que así como a todos nos afectó la pandemia, a ellos también y me imagino finalmente se notó la falta de calidad constante en sus trabajos. Cambiaban a sus dentistas con demasiada frecuencia, que imagino eran recién graduados o personas sin experiencia, que por lógica no podían hacer trabajos buenos y de calidad constante. Si algún paciente deseaba quejarse por algo, “el doctor ya se había ido” y ¡pas! Le ponían a otr@. ¡Pobres dentistas! Sobre todo aquellos que vienen de universidades “patito” que quién sabe en dónde preparan a sus profesores. Hagamos cuentas: en 2021 (cifras disponibles) éramos cerca de 125 millones de mexicanos, de los cuales digamos que el 60% de ellos no quieren o no pueden acudir a un dentista. Eso nos deja con 50 millones. Quitemos a los niños, a los de la tercera edad incapaces de pagar o con discapacidades y digamos que quedan 40 millones. En 2022 (con cifras de INEGI) empezamos es año con 147 mil dentistas egresados de 170 universidades (la mayoría, supongo, “patito”) y estudiaban la carrera 65,866 muchachos y muchachas (cifras de IMCO). Con cálculos en exceso optimistas, digamos que 40 millones de pacientes buscan dentista: dividamos 197,000 dentistas pues muchos de los estudiantes logran titularse entre 40 millones: tocan a 203 pacientes por dentista. ¿Ustedes creen que con eso alcanza para vivir? Depende a quién le pregunten, pero yo pienso que no. Eso hace que surja una tremenda competencia entre los nuevos y viejos dentistas, que absurdamente se concreta en bajar honorarios en lugar de ofrecer más y mejores servicios y racionalizar los gastos, entre otras cosas. Yo obturo un diente con resina en 1500 pesos, el dentista recién graduado que se pone frente a mi consultorio la cobra en $100. ¿Por qué? Cuando vamos a aprender los dentistas a hacer un análisis matemático de lo que debemos cobrar por lo menos? Creo que los colegios de dentistas deberían ser más asertivos con las autoridades escolares y exigir la no producción de dentistas de práctica general durante unos años. Esas “universidades” podrían ponerse a capacitar a los que lo requieran y a los que quieran especializarse. Pero, vamos, eso es un sueño guajiro en este país en estos momentos.

viernes, 5 de julio de 2024

Una aventura en Guerrero en 1964

Más o menos en 1964, mi hermano mayor, el médico (y luego Senador) Hugo tenía un paciente que le estaba muy agradecido, era un profesor guerrerense, bajito y muy moreno él, que tenía “unos terrenitos” en la playa cercana a Zihuatanejo, y para pagarle algún favor o tratamiento que Hugo le había hecho y con el que había quedado muy bien, el profesor (cuyo nombre no recuerdo) decidió regalarle ¡10 mil metros cuadrados! en un sitio llamado Playa Blanca. ¿El problema? Es que no había carretera pavimentada de Acapulco a Zihuatanejo. Así que Hugo decidió pedirle prestado el Renolcito a mi mamá y yo me propuse como voluntario para acompañarlos. Salimos una madrugada, como a las 5 de la mañana, manejando Hugo, yo en el asiento del copiloto y el profesor (que era un hombre de unos 45 años) en el asiento trasero. De un jalón llegamos a Acapulco por la carretera vieja, la que pasaba por el Cañón del Zopilote y por la que hacías 6 horas, y decidimos comer algo y seguirle hacia Zihuatanejo, que está al noroeste más o menos costeando. Una vez que se acabó la cinta asfáltica, en un lugar que se llama Técpan de Galeana, tuvimos que cruzar de una manera peculiar un río casi sin caudal por la época del año llamado Técpan, de unos 80 metros de ancho: un niño como de 12 años va delante de tu coche guiando por donde puedes pasar que no esté muy profundo. Luego, le das una propina al niño, claro. Se me olvidaba decirles que hacía poco que había pasado un huracán por ahí, así que había muchos árboles y palmeras tirados y las poblaciones, pobres de por sí, estaban más amoladas. Guerrero es de los estados más pobres del país debido, entre otras cosas, a su orografía impresionante que dificulta la comunicación, el comercio, la enseñanza y el progreso. Como ya se estaba haciendo de noche y a partir de ahí tendríamos que recorrer una vereda de terracería hasta Zihuatanejo (a donde llegabas solamente por avión en esa época), el Profe sugirió que buscáramos una casa de huéspedes. Hotel, ni soñarlo. Técpan era un pueblo de verdad: las calles no estaban pavimentadas, no había aceras, las casas eran de adobe, había cochinos con las colas cagadas en las calles, etc. Ya se imaginarán. Bueno, preguntamos y nos dijeron en dónde podríamos pasar la noche. Una casa vieja, sin electricidad, con el baño o más bien letrina al fondo de un patio muy oscuro que tenía una fuente. El Profe se quedó en un cuarto y Hugo y yo en el único que había con dos camas. Nos dieron dos velas y unos cerillos, lo cual no importó porque en esa época tanto Hugo como yo fumábamos. Ah, para esto nos dieron de “cenar” y yo, acordándome de un buen consejo que me dio mi padre, pedí dos huevos fritos sobre una cama de arroz y un pan. Con eso tienes cuando te encuentres en sitios de los que desconoces o sospechas de su salubridad. Nos fuimos a dormir, con la vela encendida por toda luz, era un sitio fantasmagórico. Nos quitamos la ropa y quedamos en calzoncillos y tras de platicar un rato, apagué la vela. A los pocos minutos, Hugo me pidió con cierta premura que prendiera la vela, porque “había algo en su cama”. Apurado, encendí la vela y él se levantó como de rayo. Sobre la sábana que tapaba el colchón estaba dibujada su silueta (de Hugo) pero ¡por chinches! No lo podíamos creer y no había para dónde hacerse, ya que no había otro cuarto. Eran cientos de chinches. Hugo se puso a matar chinches, primero trató de hacerlo aplastándolas, pero estaban muy duras y si lo lograbas (aplastarlas) les salía sangre (la de Hugo). Eso nos dio asco, así que con un palillo que quién sabe de dónde sacó, Hugo las ensartaba y las metía a la flama de la vela hasta que tronaban y estallaban. Lindo, ¿no? Una imagen para un programa de terror. Esto no duró mucho porque ya eran como las 12 de la noche y nos caíamos de sueño. Nos volvimos a meter a las camas (en la mía, extrañamente, no había ni una chinche, yo creo que porque mi sangre no les atraía). Yo dormí muy bien, pero imagino que Hugo lo hizo mal. Al otro día, al levantarnos, como a las 7 AM, me enseñó mi hermano su espalda y le conté 70 piquetes. Así que tras quejarnos, que no ha de haber servido para nada, dejamos ese sitio y emprendimos la marcha en el cochecito otra vez. El suelo estaba muy lodoso, y no era extraño que el auto se atorara o atascara. Eso no era problema, porque como el cochecito pesaba poco, nos bajábamos el Profe y yo y lo sacábamos del atolladero a empujones. Había tramos en los que el auto patinaba y no obedecía al volante. Había veces en que estaba tan resbaladizo, que nos teníamos que bajar a dirigir al coche empujándolo, porque no hacía caso de la dirección de las ruedas. Claro que como íbamos a 30 kilómetros por hora, no pasaba nada. Los únicos vehículos que vimos fueron de dos clases: los camiones repartidores de cervezas y los de la Coca Cola. ¡Ah, los vicios del capitalismo! En el trayecto, en donde pasábamos por pura selva virgen, se nos estrelló una parvada de pájaros en un costado. Pobres. No estaban acostumbrados a que les estorbaran su camino. Murieron una docena, pero nos dieron un buen susto. Más adelante hubo una experiencia más surrealista: brincó encima del cofre del auto una panterita negra. No era una pantera, son unos felinos negros como de 40 kilos que allá las llaman “Onzas” y se reconocen porque la punta de la cola forma un círculo perfecto y son, naturalmente, más pequeñas que los leopardos, por ejemplo. Seguramente también era su camino habitual y nunca se imaginó que pasara un auto por ahí. Poco a poco nos acercábamos a Playa Blanca, que está como a 50 kilómetros al sur de Zihuatanejo. El Profe nos iba contando anécdotas, como la vez que en su noche de bodas y ya estando él acostado en la hamaca esperando a su flamante esposa, a ésta le picó un alacrán en la mano. Ella gritó adolorida y sorprendida y cuando él supo que había sido un alacrán, por toda respuesta le dio una cachetada tan fuerte que la hizo llorar de dolor y de humillación (después de todo era su noche de bodas) y con eso se curó del piquete (a lo mejor el Profe quería demostrar algo más). Según el Profe, y tiene su base fisiológica, el veneno se neutraliza con la adrenalina que suelta por el coraje la persona a la que golpeamos. Y sí: se curó y pasaron una noche buena. ¿Qué tal el remedio? Y así nos fue contando, unas cosas creíbles y otras no: fantasmas, apariciones, etc. Llegamos a Playa Blanca. El camino por el que íbamos era paralelo al mar, como a 300 metros de distancia de la costa. Nos dirigimos a ella a través de un palmar de cocos y sólo había una casucha, muy pobre. Era la de la familia del Profe. En el camino nos había prometido que íbamos a comer unos huevos de tortuga exquisitos, como nunca los habíamos probado, etc. y cuando me preguntó si yo ya los había comido, le mentí presumiéndole que me encantaban, que eran buenísima fuente dé yodo (usted sabe, para estar con las damas, etc). Muy macha la cosa. Llegamos a la casucha, dejamos el auto y todos nos quedamos en trajes de baño. Hugo y el Profe se fueron caminando hasta que se perdieron de vista (como unos 3 kilómetros, por la playa) y yo me hice amigo del sobrino del Profe, con el que me metí al mar. Al rato de estar platicando, oyendo el acento costeño que tenía el chamaco que era un poquito menor que yo, le pregunté si por ahí “no había tiburones” y me contestó con toda naturalidad que sí, que en ese momento había dos debajo de nosotros. Huelga decir que me salí, sin prisa pero sin pausa, como que no estaba asustado, pero me sorprendí al no tener que cambiarme los calzones. Al rato, tres horas después, regresaron el Profe y Hugo. Los vi venir desde que parecían hormiguitas hasta que llegaron con nosotros y me llamó la atención que el Profe no traía puesto su traje de baño. Venía “a raíz” con las verijas colgándole y en su traje de baño hecho una bolsa, que tenía en la mano, traía huevos de tortuga porque había encontrado un nido en la arena. Hugo, con la piel negra por el sol, me miró de soslayo, pero sin sonreir mucho, como diciendo “ahora te aguantas, hermanito”. El Profe tomó un huevo baboso, que son muy parecidos a las pelotas de pinpón, pero con la cáscara blanda; así que con las uñas arrancó un pedazo, le hizo un agujero al huevo y se lo exprimió en la boca e hizo cara de que había degustado la cosa más sabrosa del mundo, cerrando los ojos y todo. No me pude hacer para atrás, me arrepentí de haber mentido, y tomé otro huevo e hice lo mismo y me lo tragué. No sabía mal. Sabía efectivamente a yodo, pero lo que no pude aguantar fue la consistencia resbaladiza y viscosa de aquella sustancia que de otra forma hubiera sido una bella tortuguita. Inmediatamente que pasó a mi estómago, exigió salir y me tuve que dirigir al agua a vomitar. ¡Hasta ahí llegó mi presunción de que me encantaban los huevos de tortuga! Nunca los he vuelto a comer. Creo que ahora comerlos es hasta delito. No recuerdo bien el regreso, aunque debe haber sido igual que la ida, aunque siempre el regreso se hace más tedioso. Lo único que recuerdo fue que en una parte del camino lleno de acantilados, como toda la costa del Pacífico—con unas vistas extraordinarias, por cierto— en que vas por un acantilado y se ve el mar abajo, vimos un lugar creo que le llamaban “El Bufadero”, en donde con cada ola que llegaba con velocidad salvaje (es mar abierto), salía vapor de agua por un agujero lejos de donde pegaba la ola. Pero fue una buena aventura.

lunes, 1 de julio de 2024

Revista Técnica Dental, dirigida por Alma Arguello

Les recomiendo ampliamente esta nueva versión de la Revista Técnica Dental, diriguida por la única y extraordinaria mujer que es Alma Arguello. Yo modestamente ayude un poquitito en este número. Es una Revista con todas las de la ley, con un fantástico contenido científico, técnico y con inigualable material gráfico. ¡¡
Debería ser la Reina de las Revistas por ahora!!

NO es por presumir, pero esto dijo mi hijo de mí.

viernes, 15 de marzo de 2024

LAS MUJERES Y LA ODONTOLOGÍA EN MEXICO

PALABRAS DEL DR. MANUEL FARILL 6 de agosto de 2011, Foro Reforma, Congreso Alta Técnica Dental Distinguidas panelistas, invitados especiales, señoras y señores: En un reportaje periodístico sobre la carrera de odontología que me envió hace tiempo mi amiga, la eminente odontopediatra y licenciada en historia Dra. Martha Díaz de Kuri, encargada de la sección de Historia de la Odontología en nuestra Facultad y en la Revista ADM, se mencionaba que la carrera “había sido ideada para que la estudiaran las señoritas Tal vez porque podían poner su consultorio hasta en la casa, pero solamente tal vez. Por cierto que hay que leer uno de los libros escritos por ella sobre la historia de nuestra profesión, el muy interesante y ameno: “El nacimiento de una profesión: La odontología en el Siglo XIX en México”, coedición del FCE-UNAM, México, 1994, ya en su tercera o cuarta edición. “La carrera de odontología es buena para las mujeres porque les permite poner su consultorio en su misma casa. De esa maneras no desatienden las labores domésticas ni se arriesgan a las habladurías”. me dijeron cuando indagaba yo, hace muchos años, por qué era tan grande la cantidad de mujeres en la facultad. Puede ser y puede no ser. La realidad es que en la actualidad la odontología en todas sus ramas, la profesional, la de investigación, la de docencia , la de técnica dental se ha tornado en una carrera casi exclusivamente de mujeres. Me cuenta una de mis asociadas que a ella le tocó estar en la UNAM en un grupo en el que había 15 mujeres y sólo tres hombres. A quienes duden de mis palabras, les conmino a que se sienten en las bancas de la explanada frente a la Facultad de Odontología de la UNAM a observar y/o calcular la relación entre uno y otro sexo. Ahora, los varones en la Facultad, puede decirse que son “benditos entre las mujeres”. Así ha de ser el Cielo. Es bueno, muy bueno, que haya muchas mujeres capaces que estudien nuestra carrera y la de técnico dental. Y digo esto con gran respeto y con el mismo énfasis que lo diría de los hombres capaces. Y lo digo también en esta época, en que nunca como antes los técnicos dentales han sobresalido tanto y han creado el inicio de un camino hacia el desarrollo pleno de su profesión, que estoy seguro de que en México alcanzará alturas gloriosas, entre otras cosas gracias a su unión y a la organización de eventos como éste, en el que sobresale la labor de la Revista Alta Técnica Dental, que debería llamarse “Alma Técnica Dental”. Si la capacidad es vital en nuestra profesión, el toque femenino de gentileza, de suavidad, no le hacen ningún daño a la imagen que el público tiene de los dentistas. Pero mujeres y varones tienen que seguirse actualizando en esta profesión que a mi juicio es la especialidad médica de más profundos cambios clínicos en tan breve tiempo. De hecho, si los dentistas que fallecieron en los 80 y 90´s volvieran a nacer, no reconocerían lo que ahora hacemos rutinariamente los dentistas que nos sentimos en la vanguardia Tanto así ha cambiado nuestra profesión, que se ha vuelto mucho más completa, más estructurada, más complicada y por ello más peligrosa (para los pacientes y para nosotros). Ya era tiempo. Ya tenemos como escuela primero y Facultad después 107 años como profesión científica, artística y técnica. Ya tenemos un exceso de escuelas y facultades… y de dentistas mal repartidos. Ya tenemos una industria y comercio de primera magnitud y todavía nos falta unirnos para tener fuerza, la fuerza de la unión y del número. Ya deberíamos tener diputados y diputadas, senadores, gobernadores y secretarios de estado que fueran, además, cirujanos dentistas. Nuestra profesión también, como las mujeres, sufre del acoso del subdesarrollo intelectual y de los rumores de que somos profesionistas relegados. Para las mujeres, como con todos, la lucha es constante. Es necesario adecuarse a la realidad y moldearse a diario, reinventarse día con día. Sobreponerse al acoso de los varones subdesarrollados y a los chismes de las mujeres envidiosas. Para las mujeres, no cabe duda, es mucho más difícil alcanzar la notoriedad y el éxito profesionales. No sólo por los factores que acabo de mencionar, sino porque además muchas veces se tienen que duplicar para ser madres —y a veces padres— de familia. Investigaciones recientes del mundo de la paleo-antropología muestran que la mujer en los albores de la humanidad era tan hábil para cazar, recolectar alimento y proteger a la tribu como los varones. Fue posteriormente cuando vinieron los absurdos resabios religiosos y sociales de una sociedad y las iglesias dominadas por los hombres que empezó el concepto de que sirven solamente para tener hijos, para procurarles placer, y cuidar a los esposos y para hacer la comida. Por estas razones, en esta época de equidad de género y de libertades vitales, invito a todas las mujeres a no perder sus virtudes y características, a que no jueguen a ser hombres ni mucho menos machos, a no perder nunca ni la elegancia ni el estilo ni su feminidad. La aparente imagen de fragilidad que es, a mi juicio, precisamente lo que les da más fuerza. Las invito a que no permitan que se devalúe su imagen, a que estén siempre arregladas y lo más bellas posible y a no permitir que se abuse de ustedes, que se les “cosifique”, sino que se les trate como lo que son y siempre han sido: seres humanos completos. E invito a sus parejas, a sus compañeros, a sus jefes y empleados a que las traten y juzguen como a otro hombre más, con sus mismas virtudes y sus mismos defectos humanos. Todo esto viene a colación porque me ha tocado el honor y el gusto personal de presentar a ustedes a un grupo muy selecto de mujeres completas que se han distinguido en la profesión odontológica mexicana y extranjera. Unas son cirujanas dentistas, otras son técnicos dentales, y todas son exitosas empresarias. De lo que se trata es que todas trabajan para mejorar a la profesión. Provienen de diferentes países, de diferentes medios sociales y profesionales, de empresas muy reconocidas algunas, de instituciones muy prestigiadas otras, de reconocida capacidad todas, así como de reconocida solvencia moral, de honradez indiscutible, de inteligencia privilegiada y, por si esto fuera poco, de belleza incontestable. Vamos a presentarlas una por una y luego vamos a dejar que nos digan qué hacen y, lo más importante, por qué y cómo lo hacen. Desde luego que la estructuración de este panel permite que ustedes les pregunten cosas pertinentes —no vale preguntar si son casadas o sus recetas de cocina o qué marca de maquillaje emplean— a través de papelitos que ustedes escriban y que las señoritas edecanes me harán llegar. Desgraciadamente tenemos un límite de tiempo que, aunque es generoso, no dudo pueda resultar insuficiente para este tema tan interesante. Dr. Manuel Farill Guzmán México , D.F.

lunes, 29 de enero de 2024

La influencia de José Agustín en mi vida.

Era 1964 cuando entré a la gigantesca tienda de Aurrerá—ahora Walmart— que quedaba frente a mi casa en la Av. Universidad y al llegar a la caja, vi un exhibidor con las novedades en libros. Uno de ellos me llamó la atención por su portada y por el nombre, tanto del título como del autor. Decía: “La Tumba” escrito por un tal José Agustín.
Era un librito breve, de unas 100 o ciento y tantas páginas. No era caro y lo compré. Tenía que ir a la Universidad a clases. Pero no fui. Estacioné mi auto bajo un árbol y abrí aquel librito y me puse a leerlo. Noté un gran desenfado, una enorme creatividad, una ligereza, en el autor: escribía como hablaba, con todo y malas palabras (¿no habrá otra manera de describir estas palabrejas?) y hablaba de emborracharse, de fumar mariguana, de robar licor de casas ajeas, de fornicar con las nenas que se pudiera pero llevando todo esto a través de una trama y de dos palabras claves: “clic- clic”, que el autor nunca explica a qué se deben. Para no hacer el cuento más largo, terminé la novela en hora y media y me dije: “esta novela la pude haber escrito yo”. Recordemos que para ese entonces yo ya había publicado un par de cuentos de ciencia ficción, que me sigue gustando mucho. Me ayudaba mucho haber aprendido a leer y escribir a los tres años de edad, gracias a mi hermano mayor Hugo, quien se cansó de tenerme que leer comics. Su paciencia y perseverancia iban dando frutos. En cuanto entré a Odontología, junto con una entonces compañera, Marcela Vivanco (hoy mi esposa y compañera) nos propusimos fundar un grupo de teatro, algo que indicara que había actividad artística en el entonces Escuela. No se pudo (eso ya lo he narrado en otra parte del Blog). Pero en cambio, la Maestra (con M mayúscula) Margo Glantz, a la que conocía desde Prepa 5 fundó una revista en la UNAM que fue determinante para muchos escritores en ciernes como yo. La Revista se llamaba Punto de Partida y era totalmente escrita por estudiantes de cualquier Facultad, Escuela o Prepa. Me propuse publicar cuentos en aquella Revista y lo logré. Recuerdo con emoción, cuando escuché por primera vez en Radio Universidad que la Revista siguiente tendría una colaboración mía (¡y dijeron mi nombre!). En ella publiqué en cada número de aquellos primeros unos 6 cuentos y ensayos, tanto que me saqué el Premio en la sección Varia Invención (en homenaje a mi maestro Juan José Arreola).
Al entregarme mi premio, mi amigo el Rector Barros Sierra (quien desde entonces me llamó “mi joven escritor”), le ofrecí a Emmanuel Carballo, el más influyente de los críticos literarios de aquel entonces y perteneciente a la famosa “Mafia” que había fundado Luis Guillermo Piazza (quien también bautizó a la Zona Rosa con ese nombre) una novela que dizque estaba escribiendo. No estaba escribiendo nada, pero en tres meses le entregué el manuscrito de “Los Hijos del Polvo”, que se publicaría bajo su sello editorial en agosto de 1968 y que estaría durante 10 semanas éntre los 10 libros más vendidos de México.
De ahí, de esa novela, conocí a mi ídolo José Agustín.
Organizados por la UNAM se llevaron a cabo varias reuniones y lecturas de obra de los escritores jóvenes de aquella época y conocí a los que luego llamó Margo Glantz la Generación de la Onda. Ahí me hice muy amigo de JA y de René Avilés Fabila (RAF)
, además de que conocí a los demás jovenzuelos (algunos ya no tanto). Nos invitaron a Marcela y a mí José Agustín y su bella y simpática Margarita a su depa en la colonia Del Valle; el mismo JA me hizo una carta astrológica (que ya no conservo), fuimos a varias actividades y conferencias sobre la literatura mexicana moderna en varios foros juntos (y con RAF) y luego íbamos a tomar las copas. Más adelante tuve el gusto de revisar su boca y proponerle soluciones, pero no lo quiso hacer conmigo (me veía yo demasiado joven para el problema). En fin: en su libro “La Contracultura en México” me menciona. Me enteré de su estado de salud por RAF, quien igual que yo era maestro de la UAM Xochimilco. Luego, no lo volví a ver hasta ahora, cosa de la que me arrepiento horrores. De entonces acá no creo haberlo hecho tan mal: he escrito y publicado otra novela (“El País Dorado”)
y siete libros de odontología, marcadamente de mercadotecnia odontológica
que han vendido más libros que mi primera novela. Además he publicado en revista importantes cuentos míos y crónicas sobre mi profesión. Todo gracias a José Agustín, a quien le deseo lo mejor se encuentre en donde se encuentre. Si me preguntan mi profesión les diré que Cirujano Dentista,bastante pasable pero mi vocación sigue estando en la literatura y en las ciencias químicas. Y mis aficiones en la lectura, el buceo y el box. Raro, ¿no?

jueves, 25 de enero de 2024

NO MAS PROPINAS

De los más de 30 mil pesos o más que gastaré este año en propinas, ayer me gaste 30 pesos. Sí. En México les pagamos a los empleados—que ni siquiera son nuestros—lo que sus patrones les deberían pagar… y deducir de impuestos. En cambio nosotros no podemos deducir nada.No conozco lugares en Europa, Sudamérica o Asia en donde se paguen trantas propinas. Le pagamos a los meseros de los restaurantes y bares muy buenas propinas. Porque además de todo, los patrones y las Cámaras de Patrones (se llamen como se llamen) nos “sugieren” cuánto hay que pagarles. Entonces, quien da una propina de 5 o 6% es un pichicato que merece que le escupan en su sopa o le “echen” agua a sus tragos. Lo normal sería entre 10 y 15%, que debería venir incluido en el total de manera que los clientes pudiéramos deducirlo. Allá los del personal que se deben encargar de repartirlo entre galopinas, el Chef, los que limpian los cubiertos y baños, etc. Lo mismo sucede en las gasolinerías. Porque un individuo abra la tapita de mi tanque de gasolina y le conecte una manguera que casi siempre es automática, y se haga tonto unos minutos, debo darle mínimo 20 pesos (según el sapo es la pedrada: marca y modelos del auto, cantidad de gasolina vendida, vestimenta del conductor, etc.) Lo más que puede hacer el empleado es ofrecernos “revisar” los niveles del agua del limpiaparabrisas, del aceite del motor, del agua del acumulador, etc. Para lo cual siempre tienen un producto que vendernos… caro. Pero también pagamos los conductores de automóviles (que somos los que mayoritariamente mantenemos al país) por estacionarnos. Existen unos seres, a quieneds mi padre llamaba “los dueños de la calle” que reservan el espacio público para echar dinero a sus bolsillos. A lo mejor ni manejar saben, pero son los que con autoridad (algunos traen silbato o silban) nos dicen “viene… viene… o con un trapazo sobre la carrocería de nuestro auto gritan “¡Hasta ahí! O “”¡Aguas!” para que frenemos de golpe. En algunos casos, como en las calles aledañas al centro de Coyoacán ¡te cobran antes de que te bajes del auto por si ellos tuvieran que irse o temiendo que te les vayas a escapar. Y no cobran poco, lo usual son $50 sin que te garanticen que no te van a robar el auto, que no lo van a rayar o que no le van a hacer daño al estacionar los autos del frente y de atrás del tuyo. Si algo le pasa a tu auto, basta con que ellos no se presenten mientras te hartas de esperar y te largues. Pero vamos a ver: además de estas propinas, están las del bolero o limpiabotas, al que añades unos pesitos a su cuota por haber hecho un buen trabajo. Y ¿entonces qué esperabas? ¿Pagarle por hacer un mal trabajo? También está las del cartero (Recuerden el 12 de noviembre) aunque no sé quien, aparte de l ineficiente gobierno envía cartas por correo de a pié… o de moto. Y todas las relativas a Navidad y Año Nuevo (por ejemplo, los del gas butano), las de los repartidores de comida o medicinas (y tienen la cachaza de sugerirte desde la aplicación de Uber lo que te ofreces a darle al pobre cuate que te lleva la comida y por la que no te dan factura.) También están los pesitos que le regalas al taxista cuando te lleva más o menos rápido en un taxi que esté más o menos limpio y que no apeste. Y no hablemos de las “mordidas”… o los “coyotes” afuera de las oficinas de gobierno. Porque en este sexenio de la cachetada ya se acabó la corrupción, je je! Por eso propomgo seriamente una campaña nacional que se llame "NO MÁS PROPINAS", y espero tener seguidores... muchos seguidores.

lunes, 15 de enero de 2024

UNA ANECDOTA DE MI TIO EL DR. JUAN FARILL

Mi padre y su hermano, mi Tío Juan Farill,
famoso ortopedista, tuvieron sus consultorios en los mismos edificios hasta la muerte del segundo. Como en los años setenta y tantos, mi tío Juan terminaba su consulta más temprano que nosotros––mi padre y yo–, por no ir a su casa vacía, con frecuencia (casi diario) iba a nuestro consultorio a platicar con nosotros unos minutos mientras mi padre se cambiaba su ropa (él atendía vestido de blanco con corbata, y para salir se ponía su ropa de calle). Ese lapso lo aprovechábamos para platicar con mi tío, quien era muy gracioso e inteligente. Creo que a mí me quería bien (creo que tuvo que ver que fui el único de sus sobrinos que le paró los tacos una vez que quiso rebatirme algo que hice en la boca de su nieta). Nos platicó una anécdota—nos platicaba muchas mientras le daba vuelta a su bastón—que vale la pena reproducir: cuando él era un joven estudiante de medicina, en algún hospital–probablemente el Hospital Juárez–en el que estudiaba, llegó un militar revolucionario bigotón muy macho y dirigiéndose a él—que usaba muletas para caminar, tenía Pié de Bot—le solicitó que lo operara de una circuncisión que requería. Mi tío le habló claro y le dijo que todavía no se recibía, era un interno, y no tenía mucha experiencia. El militar le insistió y mi tío tuvo que llevar a cabo la operación aquella, desde luego bajo anestesia general (se usaba éter). Mi tío nos confesó que la operación había resultado un reverente fracaso: el borde de la herida le había quedado muy disparejo y lleno de carnosidades. El aspecto del pene era horrible, nos confesó que “parecía una torre de ajedrez”. Mi papá y yo reíamos a gusto.
Unos meses después—siguió contando—llegó otro militar, medio parecido al primero, hasta el grupito de estudiantes que se asoleaban en las afueras del hospital. Éste preguntó quién era Juan Farill. Mi tío sintió que el piso se derrumbaba: seguramente, pensó él, venía a vengar al otro militar. Para acabarla, mi tío aún no se operaba del Pie de Bot y usaba forzosamente muletas: no podía salir corriendo. Cuando aquel militar se identificó como el hermano del primero, mi tío se sintió aún peor, pensando en una venganza inminente por el fracaso de la primera intervención, pero cuál sería su sorpresa cuando trató de explicarse argumentando su falta de experiencia y el militarote le dijo: “No, doctor, si no vengo a reclamar, al revés: vengo a pedirle que me opere también a mí y me la deje exactamente igual… No sabe qué éxito (con el sexo opuesto, se entiende) ha tenido el desgraciado de mi hermano desde que usté lo operó”. Y mi tío se desternillaba de risa. Sin duda, era un personaje inolvidable. Y para los que se pregunten: sí, lo operó.

lunes, 8 de enero de 2024

UNA PROBADITA AL POPOCATEPETL

Años después, ya en la Prepa 5, ingresé a un grupo de excursionismo, animado por mi amigo Emilio, llamado “Los amigos del bosque”. Con ellos fui muchas veces a Cruz Blanca, en el estado de México, a la parte de atrás (lejos de la carretera) de La Marquesa y a Tlamacas y Paso de Cortés, que es el valle que divide al Popo del Iztaccihuatl, y y se llama así precisamente porque por ahí pasaron Hernán Cortés y sus aventureros al iniciar la conquista del Tenochtitlán. ¡Qué maravillosa vista de aquella ciudad lacustre han de haber tenido! Tlamacas es el último sitio al que podías llegar en auto y de ahí principiaba el ascenso. En una ocasión, la segunda o tercera, que estuvimos en Tlamacas, arriba de Amecameca y tras de transitar por una peligrosa y solitaria carretera de terracería a la que ni de chiste iría ahora, empezamos a subir por diversión al Popo con ayuda de piolets, botas de excursionismo y gruesas chamarras y guantes. Ahí el suelo es de pura arena negra volcánica muy profunda, lo que hace difícil caminar ya que cuesta mucho trabajo ir desenterrando las botas de la arena en la que se sumergen a cada paso. Llegamos a donde iniciaba la nieve y seguimos subiendo otro poquito hasta llegar al entonces primer refugio para montañistas, llamado entonces El Queretano (creo que ahora está destruido), que es (o era) uno como tráiler metálico con camas en su interior. Claro que no llevábamos equipo especial para escalar ni crampones para los zapatos, pero sin querer llegamos a casi los 4,500 metros de altitud. Ahí fue donde al querido Emilio le dio “mal de montaña” por la falta de oxígeno. Se mareó, hablaba con trabajos, tuvo alucinaciones (dijo que veía a “procesiones de personas subiendo la montaña”), y nos tuvimos que bajar a toda prisa, pero sin resbalar en la nieve, hasta que él se normalizó al llegar a nuestro campamento base, el albergue “Tlamacas”. Nos dio un buen susto que afortunadamente no pasó a mayores. Ahora que veo la majestuosidad del volcán, y lo “nervioso” que está teniendo erupciones, temblores y fumarolas constantemente pienso que cuando uno es chavo no mide los peligros.

miércoles, 3 de enero de 2024

¡La experiencia va dando frutos!

CDMX, 3 de enero de 2024. Este próximo 31 de marzo cumpliré mis primeros 54 años de vida profesional. No es ocioso ni gratuito: también cumplo este año casi 52 de casado con mi novia-amiga-amante-compañera Marcela, la misma adorable mujer y profesionista; cumplí 11 años de ser profesor de odontología en tres escuelas y facultades (que equivalen a unas 30 generaciones); más de 45 como conferencista en la ADM, FDI, ADDF y en forma independiente; muchos de ser padre —que no es cosa fácil—, pocos de ser abuelo—que es una delicia—, muchos de ser dirigente y lo que se llama líder de opinión (sea lo que sea) y más de 54 de ser escritor —que no es otra cosa que ser una especie de conciencia de nuestro país, de nuestra profesión, de nuestro tiempo y nuestra circunstancia. Soy de los que verdaderamente vivieron—junto con algunos otros colegas fui actor y testigo— el movimiento estudiantil-popular de 1968, fui fundador de tres escuelas o áreas de odontología, de dos o tres asociaciones profesionales, uno de los iniciadores de las clínicas de multiservicios en nuestra profesión y otra en la especialidad de odontología del sueño en México; el primer dentista en escribir y publicar dos novelas y muchos cuentos breves, cerca de 100 artículos científicos o profesionales, en dar cursos de mercadotecnia odontológica en el mundo de habla hispana, en ser portavoz de tres compañías mundiales y de escribir cinco libros sobre este tema (uno con dos ediciones). También tengo experiencia en fundar escuelas de odontología: he fundado tres, que ahora inmediatamente cerraría. ¿Por qué? Porque he presenciado—igual que todos ustedes—la debacle que han formado en nuestra profesión la indiscriminada formación de dentistas sin controles de calidad en sus estudios y la abundancia de escuelas de odontología basadas en mezquinos intereses comerciales y, sobre todo, por la falta de control por parte DE LAS AUTORIDADES Y ASOCIACIONES GREMIALES correspondientes. Ya no hay pacientes para todos. No de los que puedan pagar, y el gobierno sigue sin asumir su responsabilidad en atender a los que no pueden hacerlo. Todos sabemos que cuando la oferta de servicios supera a su demanda, todos tenemos que bajar nuestros honorarios y disminuir el número de posibles pacientes. La teoría es asesinada por la experiencia, dicen que dijo Albert Einstein. Les puedo asegurar que, como todos, he cometido muchos errores, que son el impuesto que pagamos por vivir. Son las cicatrices de la vida, como las canas. Pero no me arrepiento de lo que he hecho. Y me arrepiento mucho de no haber hecho más cosas y de lo que no-he-hecho. ¿No les hubiera gustado dar la vuelta al mundo, conocer más miembros del sexo opuesto, comer en los mejores restaurantes, divertirse más y explorar el Amazonas o volar un jet de combate? ¿O fundar una empresa, filmar una película, cantar profesionalmente o fundar una empresa de inteligencia artificial? Miren esta imagen cinematográfica: La vida es un larguísimo pasillo que lleva del nacimiento hasta la muerte y que tiene muchas puertas cerradas a ambos lados. La mayor parte de la gente pasa por el pasillo y no abre ninguna puerta: llegan a la muerte sin haber conocido muchas cosas. Yo pienso que hay que ir abriendo las puertas que se nos van presentando a izquierda y derecha. Al asomarnos al interior de éstas, veremos cosas nuevas y diferentes, y sabremos qué es lo que nos atrae y qué no lo hace. A veces son oportunidades mucho mejores que la que hemos escogido. Porque debemos reconocer que uno escoge su carrera en la peor etapa de su vida: cuando nos falta experiencia, no sabemos la importancia de ganar un buen salario, y ni idea tenemos de los enormes gastos e inversiones que nos esperan en el futuro… o la salud que nos depara nuestra vida. Los que me leen ahora, ¿volverían a estudiar odontología? La respuesta es fácil: muchos de ustedes no lo harían. A esa edad no sabemos lo que queremos, en la gran mayoría de los casos ni sabemos cuántas carreras hay y nos dejamos guiar por nuestros amigos y parientes; creemos que vamos a salvar a la humanidad (que luego ni nos hace caso), y somos, en general, quijotes. De joven uno puede darse el lujo de ser quijote, pero cuídense, porque de viejo se vuelve uno un “que-hijote”. Volviendo a hablar del pasillo largo que es la vida: en este camino les sugiero que abran las puertas laterales, tómense el tiempo necesario dentro de aquellas que les satisfagan. Yo lo hice. ¿Y adivinen qué? Eso me llevó a conocer la literatura, la política, las buenas relaciones públicas, las artes, la ciencia (que es lo único en lo que creo), la buena comida y bebida,, muchas personas inigualables de las que aprendí enormidades y con las que me divertí mucho, problemas a los que con ayuda de otros afortunadamente encontré solución—y experiencia—y al conocimiento (modesto, si se quiere) y a la inquietud por seguirme superando y—por qué negarlo—a situaciones de las que alcancé a salir vivo sólo por un pelo, pero de las que aprendí mucho a pesar de los golpes que me llevé o me dieron. Por lo menos aprendí a no meterme en esos caminos. Hubo otras, afortunadamente pocas, en las que fracasé. Pero hasta de eso aprendí. ¡Aprende uno hasta de sus fracasos! Que no les cuenten: estoy convencido de que el verdadero infierno es el temor al cambio, el miedo, el creer en todo lo que nos dicen nuestros maestros y políticos; en nuestra ignorancia y en la de los demás—pocas cosas tan temibles como la ignorancia en acción—, el fundamentalismo religioso y político, el rencor, pero sobre todo la envidia, la ingratitud y la soberbia—que son de los pecados inconfesables, porque todo ello nos inmoviliza. Podemos confesar muchas cosas, pero la envidia y la ingratitud de y con otras personas, nunca. ¿Verdad? Cuando hemos ido teniendo éxito, muchos de nuestros conocidos nos profesan la envidia al éxito. Éxito a qué? ¿Al profesional, al sexual al familiar? No quiero que ustedes, mis amigos, vivan un infierno. Así que—aunque cueste mucho trabajo— hay que librarse de estos pecados indecibles que a veces son peores que muchos de los católicamente llamados “mortales”. ¿Cómo se libra uno de ellos? Cambiando los caminos trillados con cultura y mente amplia, valentía, con seguridad en nosotros mismos, moviéndonos, avanzando, leyendo, cultivándonos y mejorándonos… y aguantando y tratando de mejorar a los idiotas, a los ignorantes y conservadores. A veces—muchas—hay que cambiar de “amigos”. Ni modo. Cámbienlos a tiempo y no permitan que sean un lastre en sus vidas (que es la única que tendrán). Hay personas que se esfuerzan porque el globo aerostático no vuele. Recuerden que hay que viajar ligeros, y eso incluye deshacerse de las personas tóxicas. ¿Cómo reconocerlas? Son las que sacan lo peor de nosotros, las que nos hacen sentirnos devaluados, delincuentes, ignorantes, enojados, débiles, atemorizados, inadecuados, enojados- (¡Ah, la gran culpa judeo-cristiana!) Las personas más exitosas son aquellas que saben aplicar el plan B (cambiar de ambiente, amigos y personal) y se rodean de personas que sacan lo mejor de nosotros y nos hacen valiente y amigos, seguros de nosotros mismo, valiosos, capaces, amados, respetados y apreciados. ¿Se han fijado que los que vamos teniendo experiencia queremos dejar la vida a los que nos siguen, para que les sea menos dura? Y generalmente los jóvenes, arrogantes y escépticos, no la acogen ni mucho menos la aprecian o agradecen. El error de la juventud es pensar que la astucia y el intelecto primario compensa la falta de experiencia, en tanto que el error de los adultos es pensar que la pura experiencia sustituye a la inteligencia nata y a la actualización. Hablando a los más jóvenes: curiosamente, quienes hablamos de la feria es porque ya hemos estado en ella un buen rato. No hemos llegado a esta edad cometiendo, perdón, pendejadas. Nos han pasado las cosas que NO queremos que les pasen a ustedes. Dicen que un hombre sabio escarmienta al ver lo que sucede a los demás Y que uno más sabio no se espera a ver lo que le sucede a los demás, sino que aprende de lo que le dicen. Nunca he visto esto. Para llegar a esta mi edad siendo productivo he aprendido muchas cosas: que tenemos desde jovenzuelos que fijarnos objetivos ambiciosos, pero logrables (y luego fijarnos otros más y más altos); que hay que ser cultos, astutos, pacientes y perseverantes, a aprender de los demás, y si se puede, conseguirnos un buen mentor que nos guíe; a ser buenas personas, generosas y éticas, ser fieles a nuestros valores personales; a ser congruentes entre lo que hacemos, decimos y pensamos; a estar dispuestos a cambiar nuestras creencias cuando se presenten otras más verdaderas. Dicen que en la vida no hay nada constante, excepto el cambio. El hombre debe ser siempre flexible como una caña, no rígido como el cedro. Hay que amar y disfrutar a tiempo (como dijeron José José y Marco Antonio); a vivir el presente y reconocer que hay una edad para cada cosa. Después de todo, el pasado no se puede cambiar y el futuro aún no llega. Hay que deshacerse a tiempo—lo repito—de compromisos y conocidos intrascendentes, fatuos y que no nos aporten nada. Reconozcan siempre a sus verdaderos amigos como aquellos que sacan lo mejor en ustedes; que desean que ustedes mejoren, no los que quieran que ustedes vean y cometan errores. Reconozcan como sus enemigos a quienes les hagan sacar su peor parte—tener bajos valores en la vida, faltar a sus familias, embriagarse, consumir drogas, delinquir, engañar a los demás, maldecir, ser crueles, débiles, pesimistas e intolerantes—y quienes los quieran llevar al pasado. Desháganse de ellos de una buena vez. Y desconfíen profundamente de quienes se vanaglorian de sus éxitos y conocimientos y no los aportan al bien común. Esos son huecos y no merecen ser amigos de nadie. Algo muy importante: Nunca cambien un solo día de éxitos profesionales por un día de alegría y sin remordimientos con su familia y amigos. Hay que aprender que los pequeños asuetos esporádicos son muy necesarios… y sabrosos. Sin importar credos ni religiones (que siempre nos hablan de un posible más allá siempre que nos portemos bien según sus reglas o “leyes”) debemos concentrarnos en el aquí y en el ahora, con nuestras familias, amigos, empleados, pacientes y colegas y no colegas —pero sobre todo, y les juro que no exagero, con la frase del prócer Vicente Guerrero tamborileando en nuestra mente, “la Patria es primero…la Patria es primero…” Esto último es sorprendente para casi todos los dentistas y médicos que lo escuchan por primera vez, pero hay que recordar que lo poco o mucho que tenemos, lo que han hecho nuestras familias, nuestros antepasados, se lo deben a este país que merece mucho mejores dirigentes y políticos y salir de la idioticracia: México. Tras esto escrito, les deseo a todos los que me escuchan o leen, las mejores fiestas del 2023 y el mejor 2024, sin los obstáculos que nos perjudicaron un sexenio. PD: Estoy muy triste por el pobre estado de salud de mi amigo y admirado escritor, José Agustín.