miércoles, 24 de mayo de 2023

 CONSEJOS UTILES TRAS 53 AÑOS EN LA ODONTOLOGÍA.

Acabo de cumplir 53 años de haberme recibido de Cirujano Dentista en la inolvidable Escuela Nacional de Odontología (ENO) en Ciudad Universitaria. Mi carrera duró 5 años que no cambiaría por nada ya que tuve los mejores compañeros y profesores que ofrecía aquella Escuela, hoy Facultad.

A lo largo de mi vida he seguido estudiando y aprendiendo y me he tratado de comportar correctamente, a veces sin lograrlo. Las enseñanzas de mi padre, de mi esposa y de mis hermanos (ya sólo me queda Jorge) y las de algunos de mis amigos, colegas y alumnos me han hecho comportarme éticamente.

Y a lo largo de mi vida he descubierto algunos consejos que ahora les pongo a su consideración porque a mí me han servido mucho. Aquí les van.

¿Se han dado cuenta que al despertar por la mañana nos sentimos de una edad más joven que la que tenemos en realidad? Pues, ¡esa es nuestra verdadera edad! Así que aprovéchenla. La vida es tan corta como el tiempo que uno tarda en pasar frente a una ventana: a gozar de la vida y a quitarnos depresiones, amarguras, resentimientos y rencores.

1. Cuenten sus bendiciones. En lugar de acordarnos de lo mal que nos va, recuerden cuantas cosas buenas nos han pasado.

2. Nunca pierdan el sentido del buen humor.

3. Alejen a las personas y “amistades” tóxicas. Las reconocerán porque son las que sacan de ustedes lo peor. Son las que sienten envidia o rencor por ustedes, pero no lo dicen. O los falsos amigos.

4. Desayunen bien y sano

5. Van a durar lo mismo que su cuerpo. Cuídenlo y cuiden su salud. Háganse chequeos cada año.

6. Cuiden sus matrimonios. Nunca van a conseguir a alguien mejor que su actual pareja. Todos mis amigos que se han divorciado acaban igual o peor. Procuren conservar al diablo original. Échenle ganas los dos.

7.  Pongan el ejemplo a sus hijos y nietos. Incúlquenles los valores de siempre: honradez, ética, respeto, lealtad, fidelidad, amor a la Patria, etc.

8. Cuando ya no sientan pasión por su trabajo, cámbienlo por otro. No hagan las cosas mal hechas y menos las odontológicas.

9. No trabajen de más, mejor trabajen inteligentemente. Al agonizar nadie se ha quejado de que no trabajó lo suficiente

10. Diviértanse todo lo que puedan. Sean felices. Para mí que para eso estamos en la Tierra. Para eso y para procrear.

11. Prefieran tener 5 amigos reales que mil en las redes sociales.

12. Arriésguense. Sean valientes y tengan valor civil. Llamen a las cosas por su nombre. Quien no se arriesga, nunca puede ganar. No le entren a la corrupción.

13. Sean respetuosos y gentiles con el sexo opuesto, con sus familiares y amigos. Una acusación de “acoso sexual” o, peor, de violación acabaría una práctica por más exitosa que sea.

14. No sean conservadores, nunca crean todo lo que les dicen los profesores, conferencistas ni la gente mayor y, menos, el Internet, los medios de difusión o los políticos. Averigüen ustedes mismos: vayan a la fuente del conocimiento.

15. Propónganse ser curiosos y creativos. Si hay algo que falta en la carrera de odontología es precisamente esto.

16. Busquen mentores para ustedes. Pero ¡que valgan la pena!

17. Sean mentores de los jóvenes. Si fuera necesario y está a la altura de sus capacidades, páguenles cursos. No esperen nada a cambio.

18. Sean pacientes, prudentes y exigentes (sobre todo con ustedes mismos)

19. Procuren nunca hacer el ridículo. Sean medidos con el alcohol.

20. Procuren estar contantemente aprendiendo algo nuevo (si es de otra cosa que la odontología, mejor). ¿Por qué no estudiar otra carrera? La vida ahora es tan larga que puede hacerse.

21. Lean mucho y cultiven esta virtud en sus familias y amigos.

22. Tres cosas no se pueden ocultar: la riqueza, la pobreza y la estupidez.

23. Ser hombre no es la manifestación de un sexo, sino de una categoría.

24. Si el mundo cambió durante la pandemia, tenemos que cambiar para adaptarnos nuevamente.

25. SI sus sueños no les dan temor, ¡es que son pequeños!

26. Los seres inferiores ven desprecios por todas partes (Huidobro, 1936)

27. Somos pequeños y fugaces: en 100 años ninguno de nosotros estará aquí y todo lo que vivimos será historia antigua. Tlaltelolco lleva 55 años. La Revolución 113.

28. La fe es ceder el control de tus creencias a alguien más.

29. Mucho de lo que los jóvenes aprenden ahora será irrelevante para 2050.

30. Considérenme su amigo.

31. ¡Nunca se junten con pendejos, porque se pega!


martes, 23 de mayo de 2023

MI Servicio Militar en 1962.

 

 MI SERVICIO  MILITAR EN 1962

 

Mi tío, el General Cristóbal Guzmán Cárdenas, General de División y a la sazón Director de Educación Militar (hablaré de él más adelante, porque es uno de mis personajes favoritos), se portó siempre muy bien conmigo para ser militar.

Él NO me autorizó el adelantarme al servicio militar (que es hacía cuando cumplías los 18 años ordinariamente) para qué pudiera tener un permiso para manejar un año delante de lo normal,  pero discretamente hizo que su ayudante particular—otro general— me lo facilitara, para que no anduvieran diciendo que el General Guzmán Cárdenas ayudaba a sus familiares.

Por cierto que siempre tuvo secretarias militares guapísimas y tenía un chofer fidelísimo. Cuando yo llegaba del Servicio Militar rendido y sudado a la casa el domingo como a las tres de la tarde, y estaba él en mi casa tomando su whiskey pre-pandrial, me hacía que primero me le cuadrara antes de saludarme de mano. Ya lo veremos más adelante, cuando cuente cómo y cuándo sí me ayudó de a de veras.

 

Ese servicio militar fue muy grato en mi caso y ahora contaré por qué.

El origen del SMN estuvo con la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial, cuando el Presidente Cárdenas o Manuel Ávila Camacho decidieron hacer un gran cuerpo militar con los muchachos de 18 años (edad promedio de los soldados de todo el mundo). En mi caso, el servicio militar lo hice apenas pasando 17 años después de la guerra mencionada, que es la que dio origen al mundo tal como es hoy.

Tras de marchar varios domingos con toda la raza, ir a disparar al campo Las Palomas en la Zona Militar 1—vale la pena aclarar que te daban 10 cartuchos para que le tiraras al blanco que estaba sobre una “trinchera” excavada en el suelo de tierra, y luego tenías que tirarte en la trinchera y oir silbar los disparos que otros hacían sobre los blancos a u metro de altura sobre tu cabeza— y de cargar el fusil (que pesa 4.5 kg… al principio, ¡porque luego de varios kilómetros parece pesar 45 kg!) y de llevar la bayoneta, llamada “marrazo”, colgando del cinturón, durante muchos kilómetros dando vueltas al patio de la entonces SCOP—, pues, así las cosas, me le presenté MUY respetuosamente al General, un tipo hosco y desagradable al que llamábamos “El Sapo” y le hice ver que aunque tenía los pies planos (mentira) yo deseaba seguir ayudando a la Patria. Medio apantallado por mi espíritu nacionalista y con cara de fuchi, me inquirió si tenía yo coche, y yo le dije, que no tenía, pero que conseguiría uno. “¿Sería usted mi chofer y ayudante?” “¡Claro que sí, mi General!” “Entonces vaya y póngase galones de sargento primero, porque los choferes de general no pueden ser menos que eso”. “¡Encantado, mi general!”, me acababan de dar mi primer ascenso.

Aunque yo no tenía auto, mi querido compañero desde secundaria hasta Ciencias Químicas Carlos Longares sí tenía un De Soto verde oscuro en excelentes condiciones pese a su edad. Carlos también se puso “los galones” y así nos pasamos el año, yendo a recoger al General al centro histórico y llevándolo otra vez al terminar la sesión dominical como a las 3 PM.

Tras de “jurar bandera” en el Zócalo, una muy emotiva ceremonia, nos pasamos el Desfile Militar del 16 de septiembre revisando las vallas que los conscriptos hacían para evitar que el público se desborde y se meta en el trayecto de los que sí desfilan, pero no desfilamos. Me dieron mi cartilla liberada legal al final del año, con lo que pude obtener mi permiso para manejar ayudado por mi tío Esteban Ponce, del que también hablaré más tarde.

Una cosa sí les digo: hagan que sus hijos o nietos hagan su servicio MILITAR obligatorio: les formará la vocación de servicio y de enseñanza que todos debemos tener y los hará conocer a muchachos de todos los estados y de todas las clases sociales, lo que enriquecerá su conocimiento del país. Y les dará anécdotas importantes para sus vidas.

lunes, 22 de mayo de 2023

 

Química Orgánica, el Maestro De la Torre y el Ajusco (1963)

 Las clases de Química Inorgánica eran muy interesantes gracias al profesor De la Torre,  que no sólo era muy buen profesor, sino que además le gustaba el montañismo. El profesor debe haber tenido unos 48 años.

Con este profesor me pasó algo gracioso. Nos invitó a todo el grupo, a los que quisiéramos, a ir con él y sus hijos el domingo muy temprano al Ajusco a un picnic y, en general, a un paseo. Se me ocurrió invitar a mi compañero desde la secundaria Carlos Zubirán, (yo no tenía auto, recuerden; él tenía auto, un horrible pero útil Corvair), que estudiaba Comercio y Administración (fue el año en que se inició la carrera de Licenciado en Administración de Empresas) y éste accedió feliz, pensando seguramente, igual que yo, que íbamos a un picnic. 

Llegamos puntuales al lugar señalado, en donde se debe iniciar el ascenso a la montaña, a los pies del poblado San Miguel Ajusco, y nos dimos cuenta de que algo andaba mal. 

Mar y yo en una reunión de exalumnos
de CQ en 1975. La poareja junto a nosotros
es la de mi compadre el Ing. Manuel Aysa.

El profesor y sus hijos estaban vestidos de montañistas tiroleses. Sí, con sombreros con pluma, mochilas, piolets, botas especiales y todo. Carlos y yo íbamos vestidos para domingo, enchamarrados eso sí, él con un gazné muy elegante, y yo acerté a bajar del auto un impermeable de esos que se hacían de puro plástico polietileno gris. 

Empezamos a caminar y ¡subimos el Ajusco hasta el Pico del Águila! Arriba, hacía mucho frío, había muchas tuzas que dejaban muchos hoyos traicioneros  y teníamos mucha hambre y sed y, encima había una niebla espesísima que no dejaba ver. Los compañeros se condolieron y nos regalaron lo que les sobraba de sus comidas. 

Estoy seguro que ninguno se esperaba subir el Ajusco. Luego bajamos, pero por la parte de atrás del monte, cuando empezó una llovizna que por momento era chubasco y luego chipi chipi, pero no paró hasta que horas y kilómetros (literalmente) después llegamos al auto, Carlos medio tapándose con la mitad de mi impermeable, pues lo había dividido en dos, y yo la otra mitad. Recuerdo que aquel gazné que llevaba Carlos a estas alturas parecía la gabardina de Cantinflas. Ambos estábamos empapados, muertos de cansancio, de hambre y sed. 

Laboratorio actual de la Facultad de CQ
El colmo fue cuando el profesor De la Torre se nos acercó para despedirse y dándonos una lección nos dijo que pondría “unos granitos” del detergente FAB en el parabrisas para que se desengrasara y de paso viéramos la acción de "cómo rompía la tensión superficial un detergente". Puso un puñado de polvo de FAB y le dijo a Carlos que echara a andar los limpiaparabrisas, y en el momento que éstos distribuyeron bien al jabón y éste formaba una gruesa capa opaca sobre el vidrio, dejó de llover súbitamente y nos tuvimos que regresar, en un silencio mortal, hasta nuestras casas (también vivía en la calle de Pestalozzi) sin poder ver el camino por los vidrios opacos. 

Mi credencial de aquellos años.
Corolario: ni él ni yo fuimos a la Universidad en dos días de lo adoloridos que quedamos. Carlos se abstuvo de hablarme unos meses.