martes, 30 de junio de 2020

CONFI-DENTAL 13 Algunos detalles que se me escapaban


BLOG 13     CONFI-DENTAL

¿QUIÉNES ERAN LOS ONCE?

Angel Álvarez de la Reguera, Carlos Amor Villalpando, Antonio Limonchi Wade, Hermilo López Morales, Manuel Rey García, José Ma. (Chema) Navarro Becerra, Rafael Ayala Echávarri, Miguel Pavía Espinosa, Juan Tapia Camacho e Ignacio Aguilar Álvarez. A mi parecer, todos han pasado ya a mejor vida. Para la lucha de 1968 se aliaron con muchos otros profesores de escaso nivel académico (por ello era nuestra protesta), que no vale la pena nombrar.

Blog 10 HISTORIA DE LA ODONTOLOGÍA EN CU DE 65 A 69





Bueno, pues el viernes 25 de abril de 1969 fue removido de su cargo (aunque los diarios dicen que “renunció”) el Dr. Sarabia Aguilar. Entonces ocurrió lo que nos había predicho el Rector Barros Sierra: ¿a quién ponemos? En política no es sólo la cuestión de “retirar” a alguien, sino hay que saber a quién poner. En política nunca existe un vacío: alguien inmediatamente lo llena. Desgraciadamente los profesores que quedaban en la ENO tenían currículas pobres, sobre todo sin experiencia en el manejo de personas e instituciones (cosa que les falta a muchos colegas), y así, tras de algunos meses, fue electo el Dr. Manuel Rey García. ¡Muerte, me sigues!

Este asunto ya les tocó resolverlo a las generaciones que nos siguieron, porque después del Dr. Rey siguió su compadre el Dr. Zimbrón Levy, de igual “calidad”.
Mi generación, conocida también como “la del 68”, “la del Movimiento”, fue disolviéndose al irnos recibiendo profesionalmente los que la integrábamos. Yo me recibí el 31 de marzo de 1970. 

Los grillos tenían tanta prisa porque me largara y dejara de dar lata que hasta me dijeron “escoge a tu Jurado”.  Me quedó un sabor amargo en la boca al recordar lo que aquellos pillos nos habían hecho sentir: miedo, angustia, dolor, impotencia, sorpresa, desesperación. Pero también nos sirvió para darnos cuenta de quienes eran los amigos, para tener momento de gloria al dirigirnos a nuestros compañeros, para hacernos sentir a algunos el amor por la política honrada y bien entendida, para hacernos de nuevos aliados, de participar en actividades que finalmente produjeron un crecimiento de la democracia en el país.

A mediados de 1969 recibí por boca de mi amigo y maestro, el Rector Barros Sierra, el encargo de ser miembro del equipo fundador de la primera escuela de odontología privada, la de la UNITEC. Cosa muy necesaria entonces, pero que a la larga produjo un infinito número de escuelas privadas de odontología. Ese Consejo Directivo estaba formado por el Presidente del mismo, el valioso Maestro Víctor de la Rosa, como Secretario el Dr. Víctor López Cámara, y los tres vocales éramos un cirujano bucal poco conocido entonces, de origen escocés (y quien después estudió Medicina en México): el Dr Robin Grey McLeod. El otro era (es) un extraordinario rehabilitador de un magnífico carácter y gran inteligencia, el Dr. José Luis Sánchez Sotres (recién desempacado de su Maestría en los EEUU) y su servidor, que era (y sigo siendo) el más joven de todos ellos. Desgraciadamente el Maestro De la Rosa ya se nos fue.

En juntas maratónicas, lideradas por el inefable Rector y después multimillonario dueño
 —gracias a la escuela de odontología— CP Ignacio Guerra Pellegaud, por las noches nos juntábamos en la entonces modesta Dirección de la UNITEC en Av. Marina Nacional 162 y mientras dilucidábamos, pensábamos, ideábamos, inventábamos cosas, escogíamos a los profesores que nos seguirían en otras materias, tomábamos refrescos y a veces whiskey o coñac. Escuchábamos al FFCC que pasaba a metros de nosotros hacerse para adelante y para atrás. Hacíamos “tormentas de cerebros” y otras actividades cerebrales creativas (que les falta a la mayoría de los colegas) y nos apretábamos el coco para resolver los problemas que se nos iban presentando, entre otras cosas para actualizar y modernizar el programa de estudios sin que lo notaran en la UNAM. 
Nos acompañaba a veces el buen amigo Alberto Singer, coordinador de Relaciones Públicas de aquella Universidad, que entonces constaba sólo de unos edificios de dos pisos que rodeaban un patio con canchas de basquetbol y ofrecía dos o tres carreras además de la Preparatoria. Ni pensar en que hubiera un Anfiteatro con cadáveres ahí, y, sin embargo, lo hicimos. 

El CP Guerra Pellegaud era un hombre extraordinariamente inteligente y simpático, aunque muy enérgico y con mucha empatía. Tenía un agradable aspecto físico (era rubio y de ojos claros). 

En un principio, el Dr. De la Rosa iba a dar Histología y Embriología y yo iba a tener el honor de ser su ayudante (con orgullo digo que había sacado 10 de calificación en su clase cuando fue nuestro Maestro); Robin Grey iba a dar Anatomía Humana; López Cámara, Odontología Preventiva;  Luis Sánchez Sotres, Materiales Dentales y alguien —no sabíamos quién—debería dar la clase de Anatomía Dental. El Sr. Guerra, en un acto que lo honra, me propuso a mí (que en la única materia que había sacado 6 durante la carrera era precisamente en Anatomía Dental) y yo, claro, acepté. 

Tuve que estudiar y aprendí una gran lección que comparto con las generaciones posteriores: me supe rodear de colegas que de esto sabían más que yo y que tenían un entusiasmo enorme por dar clases: en orden alfabético fueron adjuntos de mi clase los ahora doctores Carlos Bellamy Haro (que modelaba muy bien); Raúl Cameras Meneses de gran inteligencia, simpatía y disciplina y Rubén Malpica Domínguez, que era quien yo pienso era el que mejor modelaba los cubitos de cera en esa materia. 

Éramos inseparables. Luego, ellos ascendieron, como debe de ser. Y cuando yo ya me había ido a fundar la UAM-Xochimilco en 1974 (esta historia viene en otro Blog), Raúl se fue a la clase de Prótesis Fija y Removible con el Dr. Jesús Santos Sotres; Malpica posteriormente dio clases, si no me equivoco, de Exodoncia y de Cirugía Bucal y Carlos es, ahora que escribo estas líneas, el Decano de los profesores de la UNITEC. Debo reconocer que ganábamos muy bien y a todos nos alcanzó para adquirir auto y a mi, hasta para casarme felizmente con mi querida Marcela. ¡Ah, cómo recuerdo con agrado aquellas comilonas y bebilonas de horas que nos dábamos los días en que nos pagaban! Eran los felices tiempos de la Zona Rosa como lugar respetable y hasta de lujo, en donde primero aparecieron las minifaldas y los buenos restaurantes, como el Focolare, el Bellinghausen, el Loris, Alfredo´s, La Calesa de Londres, Can Cán, etcétera. Era de lujo tener un negocio y más un consultorio dental en aquella colonia Juárez. Varios queridos maestros tenían consultorios ahí: el Dr. Samuel Fastlicht, el Maestro Espinosa de la Sierra, etc.

Tuve mi nombramiento de Profesor Titular de la UNAM (Unitec estaba afiliada a la UNAM) antes de recibirme. En ese entonces, no sé ahora, el Título Profesional de la Unitec era exactamente igual al de la UNAM, haciendo la aclaración que los estudios se habían llevado a cabo en la Unitec. Es más: los Certificados que nos acreditan como Miembros del Consejo Directivo Fundador de la Escuela de Odontología de la UNAM, firmados por el Sr. Guerra y por el Maestro De la Rosa están firmados ¡un día antes de que yo me recibiera en la UNAM!

Se ve fácil, pero éramos Maestros de Medio Tiempo (todas las mañanas) y en la primera generación recibimos lo que fue una gran sorpresa: tres grupos de 60 alumnos para iniciar. De manera es que salíamos de una clase teórica para media hora después entrar a una práctica y así. Teníamos pocos ratos libres hasta que me pidieron que fuera yo quien hiciera los horarios de la siguiente generación y entonces me las ingenié (si es que eso es ingenio) para darnos una mañana libre. Se preguntarán ustedes, ¿y quién quedó de ayudante del Maestro De la Rosa? Pues nada menos que el Dr. Alfredo Crespo Oviedo, quien fue una figura muy querida por los alumnos de esa Universidad, básicamente por su buen humor y amplitud de criterio...
Ahora, al asomarme a Internet, veo el portal de Unitec y veo una universidad enorme, de lujo, con muchos campus inclusive en el extranjero porque fue comprada por un sistema llamado Laureate Universities, que casi abarca al mundo americano del norte, del centro y del sur.

Para mí, Unitec significó una gran experiencia, pues además de inaugurarme como Profesor, lo hice como Ejecutivo. Hay que ser Maestro alguna vez en la vida, pero no hay que dejarse llevar por esa vocación para siempre, porque por muy bien pagados que estén los profesores, nunca ganarán lo que se puede ganar honradamente en nuestro propio negocio. La experiencia es vital, porque además nos hace darnos cuenta de que para prosperar en la vida profesional y humana hay que estudiar y aprender cada día todos los días. Es como ser padre: la vida nunca será igual si no se es padre. Puede parecerse mucho a la vida normal, pero no lo es. Lo siento.

En la Unitec dimos clase a 10 generaciones de alumnos. Cuando me retiré, me perdí de darle clases a una de las Generaciones más valiosas que han egresado de esa escuela, la que tenía entre sus miembros a Fanny Yacamán, Chucho Herrera, Arturo Hernández, Alfredo Sakar, Federico Pérez Díez, Miguel Ángel Colín, Poncho y Joaquín González Campderá, Miguel Angel Sánchez Aedo, Polo Becerra, Tonatiuh Rodríguez, Susana Ponce, María Elena Morera, et al. Fue una generación de muchos inteligentes y capaces y la más parecida a mi generación años antes en la UNAM.

Blog 10 HISTORIA DE LA ODONTOLOGFIA EN CU DE 65 A 69


Bueno, pues el viernes 25 de abril de 1969 fue removido de su cargo (aunque los diarios dicen que “renunció”) el Dr. Sarabia Aguilar. Entonces ocurrió lo que nos había predicho el Rector Barros Sierra: ¿a quién ponemos? En política no es sólo la cuestión de “retirar” a alguien, sino hay que saber a quién poner. En política nunca existe un vacío: alguien inmediatamente lo llena. Desgraciadamente los profesores que quedaban en la ENO tenían currículas pobres, sobre todo sin experiencia en el manejo de personas e instituciones (cosa que les falta a muchos colegas), y así, tras de algunos meses, fue electo el Dr. Manuel Rey García. ¡Muerte, me sigues!

Este asunto ya les tocó resolverlo a las generaciones que nos siguieron, porque después del Dr. Rey siguió su compadre el Dr. Zimbrón Levy, de igual “calidad”.

Mi generación, conocida también como “la del 68”, “la del Movimiento”, fue disolviéndose al irnos recibiendo profesionalmente los que la integrábamos. Yo me recibí el 31 de marzo de 1970. Los grillos tenían tanta prisa porque me largara que hasta me dijeron “escoge a tu Jurado”.  Me quedó un sabor amargo en la boca al recordar lo que aquellos pillos nos habían hecho sentir: miedo, angustia, dolor, impotencia, sorpresa, desesperación. Pero también nos sirvió para darnos cuenta de quienes eran los amigos, para tener momento de gloria al dirigirnos a nuestros compañeros, para hacernos sentir a algunos el amor por la política honrada y bien entendida, para hacernos de nuevos aliados, de participar en actividades que finalmente produjeron un crecimiento de la democracia en el país.

A mediados de 1969 recibí por boca de mi amigo y maestro, el Rector Barros Sierra, el encargo de ser miembro del equipo fundador de la primera escuela de odontología privada, la de la UNITEC. Ese Consejo Directivo estaba formado por el Presidente del mismo, el valioso Maestro Víctor de la Rosa, como Secretario el Dr. Víctor López Cámara, y los tres vocales éramos un cirujano bucal poco conocido entonces, de origen escocés (y quien después estudió Medicina en México): el Dr Robin Grey McLeod. El otro era (es) un extraordinario rehabilitador de un magnífico carácter y gran inteligencia, el Dr. José Luis Sánchez Sotres (recién desempacado de su Maestría en los EEUU) y su servidor, que era (y sigo siendo) el más joven de todos ellos. Desgraciadamente el Maestro De la Rosa ya se nos fue.

CP Ignacio Guerra Pellegaud
En juntas maratónicas, lideradas por el inefable Rector y después multimillonario —gracias a la escuela de odontología— CP Ignacio Guerra Pellegaud, por las noches nos juntábamos en la entonces modesta Dirección de la UNITEC en Av. Marina Nacional 162 y mientras dilucidábamos, pensábamos, ideábamos, inventábamos cosas, escogíamos a los profesores que nos seguirían, tomábamos refrescos y a veces whiskey o coñac. Hacíamos “tormentas de cerebros” y otras actividades cerebrales creativas (que les falta a la mayoría de los colegas) y nos apretábamos el coco para resolver los problemas que se nos iban presentando, entre otras cosas para actualizar y modernizar el programa de estudios sin que lo notaran en la UNAM. 

Nos acompañaba a veces el buen amigo Alberto Singer, coordinador de Relaciones Públicas de aquella Universidad, que entonces constaba sólo de unos edificios de dos pisos que rodeaban un patio con canchas de basquetbol y ofrecía dos o tres carreras además de la Preparatoria. Ni pensar en que hubiera un Anfiteatro con cadáveres ahí, y, sin embargo, lo hicimos.

En un principio, el Dr. De la Rosa iba a dar Histología y Embriología y yo iba a tener el honor de ser su ayudante (con orgullo digo que había sacado 10 de calificación en su clase cuando fue nuestro Maestro); Robin Grey iba a dar Anatomía Humana; López Cámara, Odontología Preventiva;  Luis Sánchez Sotres, Materiales Dentales y alguien —no sabíamos quién—debería dar la clase de Anatomía Dental. El Sr. Guerra, en un acto que lo honra, me propuso a mí (que en la única materia que había sacado 6 durante la carrera era precisamente en Anatomía Dental) y yo, claro, acepté. 

Los cuates (ahora): Bellamy, Amir, Manuel, Raúl, Ramón

Tuve que estudiar y aprendí una gran lección que comparto con las generaciones posteriores: me supe rodear de colegas que de esto sabían más que yo y que tenían un entusiasmo enorme por dar clases: en orden alfabético fueron adjuntos de mi clase los ahora doctores Carlos Bellamy Haro (que modelaba muy bien); Raúl Cameras Meneses
Raúl Cameras Meneses
de gran inteligencia, simpatía y disciplina y Rubén Malpica Domínguez, que era quien yo pienso era el que mejor modelaba los cubitos de cera en esa materia. Éramos inseparables. Luego, ellos ascendieron, como debe de ser. Y cuando yo ya me había ido a fundar la UAM-Xochimilco en 1974 (esta historia viene en otro Blog), Raúl se fue a la clase de Prótesis Fija y Removible con el Dr. Jesús Santos Sotres; Malpica posteriormente dio clases, si no me equivoco, de Exodoncia y de Cirugía Bucal y Carlos es, ahora que escribo estas líneas, el Decano de los profesores de la UNITEC. Debo reconocer que ganábamos muy bien y a todos nos alcanzó para adquirir auto y a mi, hasta para casarme felizmente con mi querida Marcela. ¡Ah, cómo recuerdo con agrado aquellas comilonas y bebilonas de horas que nos dábamos los días en que nos pagaban! Eran los felices tiempos de la Zona Rosa como lugar respetable y hasta de lujo, en donde primero aparecieron las minifaldas y los buenos restaurantes, como el Focolare, el Bellinghausen, el Loris, Alfredo´s, La Calesa de Londres, Can Cán, etcétera. Era de lujo tener un negocio y más un consultorio dental en aquella colonia Juárez. Varios queridos maestros tenían consultorios ahí: el Dr. Samuel Fastlicht, el Maestro Espinosa de la Sierra, etc.
Carlos Bellamy Haro

Malpica Domínguez

Tuve mi nombramiento de Profesor Titular de la UNAM (Unitec estaba afiliada a la UNAM) antes de recibirme. En ese entonces, no sé ahora, el Título Profesional de la Unitec era exactamente igual al de la UNAM, haciendo la aclaración que los estudios se habían llevado a cabo en la Unitec. Es más: los Certificados que nos acreditan como Miembros del Consejo Directivo Fundador de la Escuela de Odontología de la UNAM, firmados por el Sr. Guerra y por el Maestro De la Rosa están firmados ¡un día antes de que yo me recibiera en la UNAM!

Se ve fácil, pero éramos Maestros de Medio Tiempo (todas las mañanas) y en la primera generación recibimos lo que fue una gran sorpresa: tres grupos de 60 alumnos para iniciar. De manera es que salíamos de una clase teórica para media hora después entrar a una práctica y así. Teníamos pocos ratos libres hasta que me pidieron que fuera yo quien hiciera los horarios de la siguiente generación y entonces me las ingenié (si es que eso es ingenio) para darnos una mañana libre. Se preguntarán ustedes, ¿y quién quedó de ayudante del Maestro De la Rosa? Pues nada menos que el Dr. Alfredo Crespo Oviedo, quien fue una figura muy querida por los alumnos de esa Universidad, básicamente por su buen humor y amplitud de criterio...

Ahora, al asomarme a Internet, veo el portal de Unitec y veo una universidad enorme, de lujo, con muchos campus inclusive en el extranjero porque fue comprada por un sistema llamado Laureate Universities, que casi abarca al mundo americano del norte, del centro y del sur.

Para mí, Unitec significó una gran experiencia, pues además de inaugurarme como Profesor, lo hice como Ejecutivo. Hay que ser Maestro alguna vez en la vida, pero no hay que dejarse llevar por esa vocación para siempre, porque por muy bien pagados que estén los profesores, nunca ganarán lo que se puede ganar honradamente en nuestro propio negocio. La experiencia es vital, porque además nos hace darnos cuenta de que para prosperar en la vida profesional y humana hay que estudiar y aprender cada día todos los días. Es como ser padre: la vida nunca será igual si no se es padre. Puede parecerse mucho a la vida normal, pero no lo es. Lo siento.

En la Unitec di clase a 9 generaciones de alumnos. Cuando me retiré, me perdí de darle clases a una de las Generaciones más valiosas (la 10a) que han egresado de esa escuela, la que tenía entre sus miembros a Fanny Yacamán, Chucho Herrera, Arturo Hernández, Alfredo Sakar, Federico Pérez Díez, Miguel Ángel Colín, Poncho y Joaquín González Campderá, Miguel Angel Sánchez Aedo, Polo Becerra, Tonatiuh Rodríguez, Susana Ponce, María Elena Morera, et al. Fue una generación de muchos inteligentes y capaces y la más parecida a mi generación años antes en la UNAM.


Historia de la Odontología 65-70, Parte 9


BLOG 9     CONFI-DENTAL

¿QUIÉNES ERAN LOS ONCE?
Angel Álvarez de la Reguera, Carlos Amor Villalpando, Antonio Limonchi Wade, Hermilo López Morales, Manuel Rey García, José Ma. (Chema) Navarro Becerra, Rafael Ayala Echávarri, Miguel Pavía Espinosa, Juan Tapia Camacho e Ignacio Aguilar Álvarez. A mi parecer, todos han pasado ya a mejor vida. Para la lucha de 1968 se aliaron con muchos otros profesores de escaso nivel académico (por ello era nuestra protesta), que no vale la pena nombrar.

DETALLES Y OCURRENCIAS QUE SUCEDIERON DURANTE ESTE PERÍODO.
Foto de El Heraldo de Mexico tomadas de una
película casera
 en donde agredieron a nuestras compañeras.
Era tanta el ansia de Sarabia y su cohorte por entrar a la Escuela y apoderarse de ella (para lo cual contaban ya con alumnos incondicionales y con golpeadores profesionales) que una vez que amenazaron con “ir a re-tomar la Escuela los profesores”, los líderes del momento decidieron que para disuadirlos nada mejor que rodear la Escuela con compañeras mujeres. Pues aún así, los profesores intentaron tomar la Escuela golpeando y empujando a las compañeras que se prestaron a servir de muralla. Entre ellas, la entonces novia de Roberto Magallanes, Claudia, una muchacha muy guapa, muy educada y de muy buena familia, misma que tuvo que ser llevada a un hospital para revisar su pierna golpeada por aquel grupo de seudo-maestros. Entre ellos estaban Sarabia, Rey García, Zimbrón Levy, Villegas Malda, Rafael Lozano (de Perio), Sybel Trejo  y algunos otros más de quienes no me quiero ni acordar. Años después, el Dr. Lozano, ya con sus copas y escupiendo al hablar (como siempre), me ofreció disculpas, pero las disculpas no me las debía de dar a mí, sino a las compañeras. Como testigo de este evento, quedó una filmación que hizo uno de los compañeros y que se mandó a los periódicos Reforma y Heraldo de México y en sus páginas aparecieron los fotogramas de la película (ver ilustración). Esto indudablemente tuvo mucho que ver con el la Junta de Gobierno expulsara al Dr. Sarabia, quien fue, ooootra vez, mal aconsejado por los famosos “once”. Pues claro: el objetivo de los famosos “once” Pues claro: el objetivo de los famosos “once” a que corrieran al Dr. Sarabia y quedarse ellos en el poder, como aconteció.
MAESTROS DE LA ESCUELA: BUENOS Y MALOS.
Recuerdo a algunos profesores en aquellos tiempos. 1) Por ejemplo, al Dr. Enrique C. Aguilar presumiendo a todo el mundo que era él quien había “diseñado” la Escuela y tratando de influenciarnos a los del Comité Estudiantil (sin lograrlo). 2) Al profesor Antonio Fragoso, quien nos dijo a un grupo de alumnos (entre ellos a mí) que “¿No sería bueno que para presionar a las autoridades y al gobierno fuéramos “tomando” (quería decir secuestrando) unos camioncitos de pasajeros y quemáramos dos o tres?” Mientras decía esto, hacía como que me quitaba alguna pelusa que tuviera yo en el pecho dela camisa. El inocente profesor no sabía el riesgo que llevaba meterse con el violento “pulpo camionero”, que así era como se llamaba a quienes poseían camiones de pasajeros. 3) Al Dr. Fermín Reygadas —que años después se tornaría iracundo y violento, perdiendo totalmente su “estilo”—, presumiendo con los dientes entrecerrados, como era su costumbre, que la Escuela de CU se debía a él y al gran maestro Enrique C. Aguilar.
 4) A los doctores Rodolfo Reza y Jaime Fernández de Ceballos asesorándonos en “grilla”.
5) Al Dr. Alfonso Pretelín, que dicen luego estudió Antropólogía,  deambulando por el patio de la Escuela y acompañándonos con buenas intenciones a citas en Rectoría.
6) Al Maestro Reynoso Obregón que me dijo al quejarme de que la cosa iba para largo: “Nunca está más oscuro que antes de que salga el sol”. Lo despidieron de la UNAM por influir (justamente) en nuestras decisiones (y por hablarle de “tú” frente a nosotros al Rector Barros Sierra en una primera junta que tuvimos los estudiantes con el señor Rector). Reynoso Obregón fue y es uno de mis grandes maestros: jovial, inteligente, prudente, buenísimo para la política y preparador de los mejores Martinis que he probado jamás. Era, además, un católico devoto. Ningún dentista que yo conozca, hasta la fecha (2018) le llegaría ni a los talones en el aspecto político. Cuando mi padre fue Director de la Escuela, allá en 1933 cuando la Escuela estaba en Licenciado Verdad, en el Centro Histórico, Reynoso Obregón, que era Consejero Universitario lo apoyó y desde ahí inició una respetuosa amistad entre ambos que duró hasta la muerte del famoso “Nacho”. Además de haber sido un gran Presidente de la ADM, Director de la Escuela dos veces y fundador de la Academia Nacional de Estomatología, fue un magnífico Cirujano Oral que tenía su consultorio en la calle de Puebla, en la Colonia Roma. Fue después Director del Departamento de Estomatología del Hospital Infantil de México, cuando yo estudié un Diplomado de Odontopediatría. Murió de un ataque al corazón acabando de comulgar, así que según su fe de seguro se fue derechito al cielo.
7) Cuando ingresé como oyente a la Escuela, decidí meterme al azar a la clase de Materiales Dentales que daba el Dr. Hermilo López Morales (quien, por cierto, había hecho una copia taquigráfica de las clases de Materia Médica que dio mi padre) y dijo lo siguiente: “¡Apunten! ¡Apunten! Hay tres tipos de cera en odontología… ¡Apunten!... Hay la cera normal, la cera estándar y la común y corriente…” Yo provenía de una Escuela Nacional de Ciencias Químicas, donde imperaba el rigor científico absoluto. Imagínense qué impresión me causó oír aquella barbaridad.
8) A mi padre (que estaba orgulloso de mi y de nosotros), llevándonos bolsas y bolsas de tortas, que nos sabían riquísimas y que casi fue lo único que comí. Por eso, con las preocupaciones, me dio úlcera.
9) Otra chistosada atribuible al Dr. Sarabia: nombró como Jefe del Departamento de Audiovisual al Dr. Ángel Álvarez de la Reguera, quien empleaba gruesos lentes y aparato para la sordera, así que estaba fallo del audio y de lo visual. Este profesor era famoso por vender sus apuntes y quien no los compraba, reprobaba.
Todos estos profesores, que frisaban entre los 50 y los 75 años y lo que habían perdido de cabello lo habían ganado de panza eran muy “machos”, muy “mujeriegos” y hacían hasta el ridículo por acostarse con nuestras guapas compañeras, casi siempre acosándolas con reprobarlas o con sus calificaciones. No se daban cuenta de que hacía el ridículo. Los menores de esas edades también trataban, la mayoría sin suerte, pero hubo algunos (cuyo lema era: “¡Fuego contra el enemigo!” (refiriéndose al sexo opuesto sin hacer caso de la ética que deben tener los profesores con sus alumnos) que desafortunadamente sí lo lograron. En estas épocas ya los hubieran quemado en la hoguera por acoso sexual… y se lo hubieran merecido.
_________________________________________________________________
UN FUNCIONARIO UNIVERSITARIO—AMIGO DE VERDAD Y CON VALOR CIVIL— NOS LIBRA DE UN PÉSIMO ELEMENTO
La “destitución” (lo corrieron, en realidad) de José Sybel Trejo fue de la siguiente manera: el Maestro González Avelar, por instrucción del señor Rector, nos convocó a miembros del Comité Estudiantil y a un grupo de profesores de la entonces llamada “Unión de Profesores de Odontología” para que dialogáramos en su oficina del edificio de la Rectoría. Una vez instalados, y teniendo a González Avelar como moderador, el despreciable profesor José Sybel Trejo Solís presumió que cuando mi padre había sido Director de la Escuela (¡en 1933!) él le había reclamado no sé qué cosa y hasta había “amenazado con darle cachetadas”. Si lo hubiera hecho, hubiera conocido la furia de mi padre y éste no era más que un pobre desgraciado que en su casa conocían. Al oír aquella acusación insensata y fuera de lugar, el propio Maestro Miguel González Avelar, alzando la voz y dando un palmazo en su escritorio, lo corrió violentamente y al instante de la mesa de negociación aduciendo que me había insultado fuertemente y sin motivo. Días después fue separado para siempre de su cargo en la UNAM. Supieron los de “La Unión” que no podrían insultarnos impunemente. Yo me sentí totalmente satisfecho y todos nos sentimos protegidos..
__________________________________________________________________
UN SUSTO Y LUEGO UNA GRAN AYUDA
Dos días después de haber “tomado” nosotros la Escuela, estaba yo dando una entrevista a una periodista cuando me llamaron mis amigos para decirme, alarmados, que acababan de llegar el exterior de la Escuela “los del equipo de Futbol Americano”, que tenían fama de ser extraordinariamente fuertes y violentos. Acudí a asomarme desde el primer piso y con alivio vi que se trataba de mi hermano Jorge que con otros fortísimos amigos de la Preparatoria 5 (de Coapa, mi Prepa querida), fueron a ver públicamente “qué se nos ofrecía”, refiriéndose a si no habíamos sido víctimas de alguna agresión física para castigar a quien lo hubiera hecho. Huelga decir que nunca volvimos a temer a otros grupos de golpeadores. Por cierto que tres de ellos luego estudiaron Odontología. Estos tres personajes, junto con Estrada (hijo del entonces Jefe del Servicio Secreto) eran y son los personajes más fuertes físicamente y de corazón más noble que he conocido. Desde luego que cuando ellos ingresaron a la Escuela como de primer ingreso o “perros” no hubo quien se atreviera a mojarlos.

PROFESORES TORTURANDO E INTERROGANDO
En 1967 y 1968, en los cuartos que están en el sótano de la escuela y que antes increíblemente servían para que los alumnos tuviéramos casilleros para guardar nuestras pertenecías y en dónde había baños de hombres y mujeres con regaderas y todo, algunos profesores y autoridades de la Escuela (no quiero escribir sus nombres porque podría no ser exacto el número de ellos) interrogaban a la mala a los alumnos y alumnas que creían que les daban problemas. Querían saber qué profesionistas los estaban “soliviantando”. Desde luego, con el conocimiento del Dr. Sarabia.
No los llegaron a torturar, pero sí a amarrar y a hacer algo muy cinematográfico (según quienes fueron interrogados): les ponían fuertes luces en el rostro y los amenazaban con acabar sus carreras o “perderles todos sus documentos” que acreditaban sus estudios. No sé a cuántos tuvieron presos, pero a una compañera con el mejor promedio de la Escuela la hicieron perder la Beca Javier Barros Sierra, otro “torturado” fue el alumno Alberto Martínez Guerra.
El Dr. Jose Sybel Trejo retó una vez a golpes a los alumnos Roberto Magallanes y Manuel Farill. Ja  ja. Claro que lo mandamos al diablo, no fuera a ser que de veras lo tomáramos en serio.