sábado, 22 de septiembre de 2018

Blog Parte 8 HISTORIA DE LA ODONTOLOGÍA 65-69


LA VIDA DENTRO DE LA ENO EN AQUELLAS CIRCUNSTANCIAS

Mantuvimos el control de la ENO desde el 1º de abril de 1968 hasta que nos corrió el Ejército Mexicano debido a la orden que dio el maquiavélico Secretario de Gobernación Luis Echeverría. El Presidente Díaz Ordaz tal vez ni se enteró.
Mientras estuvimos dentro, que no tomé fotos, dormíamos como podíamos. El Oso Lozano (muchos años después Procurador de Querétaro), consiguió el apoyo telefónico de los estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid, España y de otros sitios.
Yo dormía, cuando me dejaban, en el piso de la Secretaría General de la ENO. Me tapaba con una manta que llevé de mi casa. Así lo hacían algunos otros: era el sitio con menos chiflones de la ENO y, por consiguiente, el más calientito… o menos frío. No entré nunca  a la Dirección, por respeto. En las paredes de ella estaban los retratos de todos los directores hasta entonces, entre ellos el  de mi padre que misteriosamente ha desaparecido, quien había sido Director de la misma allá por 1933, con el Rector Dr. Salvador Zubirán (el que le dio el nombre al Instituto Nacional de la Nutrición).

Mi padre, el Maestro Luis Farill Solares, 
Dr. Luis Farill Solares, Ca. 1990

fue Director solamente uno o dos meses porque él nunca quiso serlo y lo nombraron para quitarse de encima a varios candidatos que, ya desde ese entonces, anhelaban la Dirección como modus vivendi. Siempre ha habido y habrá de ésos personajes siniestros (con honradas excepciones, como el actual y varios de sus antecesores), porque las escuelas de odontología son un excelente negocio. ¿Por qué piensan ustedes que hay tantas? ¿Por qué los dueños son buenas gentes? Son excelentes medios para lavar dinero además. Si quieren ver cuántas hay en la República busquen en http://imco.org.mx/comparacarreras/#!/ y en el buscador pongan “odontología y estomatología”. Se van a ir de espaldas. Y más cuando vean cuántos estudiantes de odontología hay actualmente en el país y cuántos somos en total.
En esa sala de la Dirección, en la que yo me acostaba a dormir, estaban también los bustos de los fundadores en 1904 de la ENO. Mismos que luego fueron usados como blanco por algunos desalmados que había poseído pistolas chuecas, de los que desconozco sus nombres, cortesía, dicen, del Regente de la Ciudad en aquel entonces.
Jorge Farill Guzmán, Ca. 1968 (ahora PhD)
Debo admitir que mis padres se mostraron preocupados, pero muy orgullosos de mí. Me apoyaron en todo, como lo hicieron mis hermanos. Recuerdo que una noche me siguió un auto viejo por toda la Av. Insurgente Sur. No había celulares. No podía comunicarme a casa para pedirle a mi hermano Jorge me abriera la puerta del garaje. Vivíamos a un kilómetro de la entrada a CU. El auto me seguía a toda velocidad. Aunque yo tenía un Volvo, que era muy veloz, el auto viejo nose amilanaba. La solución la obtuve cuando desde Av. Insurgentes me metí a la colonia Chimalistac (frente a mi casa) y en sus muchas callecitas perdí a los del auto viejo que no tenían ninguna buena intención. Hubiera sido la segunda vez que me golpeaban (la primera fue con las hebillas de los cinturones, a plenos día, frente a lo que después fue la tienda “De Todo”, en la esquina de Universidad y Eje 10). En un teléfono público de casetita llamé a la casa y le pdí a mi hermano me abriera la puerta en un minuto. Los del coche viejo no aparecían, pero podían hacerlo en cualquier  momento. Mi corazón palpitaba fuertemente, la adrenalina hacía efecto. Tomé el Volvo y crucé Chimalistac y me metí en sentido contrario unos 30 metros en Av. Universidad y ¡la puerta del garaje estaba abierta!. Mi hermano tenía un rifle calibre 22 en las manos, para protegernos. En cuanto entré con el auto, cerró las puertas. ¡Qué alivio me había producido mi hermano, que siempre fue y es muy valiente! Si no, que lo digan sus compañeros de la Prepa 5 y de la Escuela, en donde también fue líder.


Mi padre nos llevó a la Escuela cajas de tortas que compraba quien-sabe-dónde y que repartíamos entre los compañeros. Él, más que nadie, sabía que luchábamos por una causa justa: ser mejores profesionistas para dar mejor servicio al público. Eso sí: todos esos profesores hablantes nunca nos llevaron nada, eran nuestras compañeras quienes nos proveían de escasos fondos para adquirir alimentos. 
Luz María Guzmán de Farill
(Lucha)

Con mi madre, la inolvidable Lucha, tuve que alejarme del movimiento cuando me atacó una úlcera gastro-duodenal y bajé de golpe como 8 kilos. Si yo ya era muy delgado, imaginen cómo estaba tras de vomitar sangre y no poder comer sino algunas cosas. Eran tiempos en que no se sabía el origen de las úlceras ( ahora se sabe que es una bacteria llamada Helicobacter pilori). Me pusieron a dieta de leche y plátanos (ahora ninguno de los dos se recomienda) y me pidió el doctor Salvador Aceves que descansara unas semanas, en tanto la úlcera cicatrizaba. Mi hermano Hugo, médico cirujano, convocó a mis compañeros a la casa y les dijo más o menos; “o lo dejan descansar o se lo vuelven a llevar al movimiento y nos devuelven su zalea…”  De ahí que algunos olvidadizos piensen que “abandoné” el movimiento, al que me reincorporé semanas después. No teníamos falta de líderes. Todos mis compañeros (los originales) podían llevar a cabo esa responsabilidad. Pues mi madre me acompañó en aquella aventura dietética y juro que hubo autos policiacos que nos siguieron hasta los límites del estado de Querétaro.