sábado, 29 de abril de 2023


Cantando He Ido por la Vida
Cantando en el Congreso del ICD en Montevideo, Uruguay

En 1957 ya vivíamos en la casa de la calle Pestalozzi, en la colonia Del Valle y cuando mi hermano Jorge y yo “tocábamos” los discos que nos llevaban mis hermanos Hugo y Elia (que estudiaron especialidades médicas en EEUU), , ponía yo los discos que nos habíamos traído de mi vieja casa, la de la Av.  La Morena.

Entre ellos mis favoritos eran los de Pedro Infante, Jorge Negrete y uno de Amalia Mendoza “La Tariácuri”. Tiempo después , ya teníamos como primicia los discos de Bill Halley y sus Cometas, de Elvis Presley, Pat Boone, Jerry Lee Lewis,  y de dos hombres de color con voces de seda: Nat King Cole y Johnny Mathis.

Los ponía tanto que me aprendí las canciones y noté con gusto que podía cantar, era entonado. Mi hermano Jorge también lo hacía, y una vez mi papá, al llevarnos a uno de sus sabatinos viajes al Centro Histórico a comprar algo, nos llevó allá por la Lotería Nacional en donde había un negocio que se dedicaba a grabar discos y te los entregaban ahí mismo. Eran discos de pasta de 78 RPM.

Pues Jorge—con la ayuda de alguien que “medio” tocaba la guitarra— cantó en un lado del disco una ranchera, muy entonada, que se llama “Cuatro Caminos”, del gran José Alfredo Jiménez, y yo, del otro lado del disco canté “Qué será, será”, en inglés. Todavía tengo el disco. Hay que buscarlo, pero sé que aquí lo tengo.

En el cumpleños de mi querida sobrina Betty

Desde entonces he cantado mucho y en muchos lugares: en serenatas con mariachi y tríos, en comidas, en restaurantes, cabarets… y desde luego, en la regadera,—en algunos de ellos me han obsequiado la comida y la bebida—y he departido con Oscar Chávez y Fellove. ¡Cómo me hubiera gustado departir con Marco Antonio Muñiz (soy su fan número uno) o con José José! Y no es que cante bien, sino con sentimiento

Cantando El Corrido de Chihuahua en Chihuahua
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También, haciendo memoria, he cantado en Nueva York (en el River Café), en París (en el bar de La Closerie de Lilas), en Mc Allen  y San Antonio, Texas (en los bares de hoteles), en Roma (junto con mi comadre Carmela en la Ostería del Orso) y en muchos restaurantes rancheros como el Amanecer Tapatío y El Abajeño y en múltiples bares y serenatas. Llegó un momento en que, después de que cantara yo, me enviaban copas de las mesas vecinas y en una ocasión, en “La Concha” de Av. Insurgentes Sur, la casa me envió una botella de ron.  Hasta grabé un disco, del que hablaré más adelante.

                                            Cantando con mi madre en Cuernavaca

Estando en la Prepa 5 (la Facultad de Coapa), tuve un compañero que tocaba la guitarra en un trío profesional y que me ofreció que formáramos un grupo musical de canciones y baladas pop con acompañamiento de trío. ¡Se adelantó 40 años a José Jose! Incluso fui a una casa grabadora en donde hice una prueba que pasé, pero tras de platicar con un amigo mío que era verdadertocantante de rock y tras de que él me platicara las vicisitudes de los que empiezan en el medio artístico (caravanas Modelo, etc), asistir sin pago a programas de TV y de radio, y sobre todo, dejar los estudios, me convencí que aunque era tentadora la oferta, yo prefería seguir estudiando y llevando una vida normal.¡Quién sabe en dónde estaría yo ahora si hubiera seguido la carrera de cantante. ¡De seguro, causando lástima!

 

                      Cantando en On the River Café, N. Y. Ca. 1996

Cantando Si nos dejan en 2005

Curiosamente antes de conocer a mi esposa Marcela—sin conocerla yo—, un compañero de Ciencias Químicas me instó a llevarle serenata a su nombre. Y ya mayor, muchas veces llevé serenatas a mi mamá, acompañado por mi amigazo el inefable Dr. Carlos Bellamy Haro, hijo de la gran amiga de mi madre Lila Haro. Ya que estamos en esto del canto, también canté durante mis estudios en la Escuela Nacional de Odontología, en donde con el menor pretexto organizábamos fiestas en donde algunos hacíamos nuestra gracias. Mis canciones favoritas para esa época eran “el Triste” y “Marea Baja” (que mis compañeros ironizaban diciendo que su nombre real era “¡María: baja!”) y tuve la oportunidad de tomar clases de canto posteriormente y ya hablaré de ello, así como de mi CD.

                                     Jorge y Meli cantando en la boda de                                                                    ella con Sinatra en la TV

 Por cierto, mi hermano Jorge canta muy bonito (sobre todo las del gran Frank Sinatra) y durante la fiesta de la boda de su hija Meli cantó profesionalmente acompañado de ella (la misma Meli). ¿Alguien  quiere cantar? Cantando se llega más lejos, creo, que siendo rudo y amargo.

miércoles, 12 de abril de 2023

MI PRIMER OJO MORADO

 

En 1960, estando yo en tercer año de bachillerato, la Escuela Moderna Americana (desde hace años una de las mejores escuelas de México) organizó una serie de softball contra el Panamerican Workshop, cuyos alumnos eran en su mayoría estadunidenses.

Parte de la fachada de la EMA ca 1960 en la Colonia del Valle

Yo jugaba de short stop, posición que me encanta. Jugábamos en el patio de nuestra escuela. Recuerdo que jugando contra la American School, cuyos jugadores eran un poco mayores y más corpulentos que nosotros hice algunas buenas jugadas que remataban en doubleplay.

 De pronto, a mitad del partido, estaba lanzando nuestra escuela cuando el pitcher y el jugador contrario, probablemente el que estaba en primera base tuvieron algún altercado de palabras, que a mí me pareció baladí.

Estábamos reunidos en la plataforma de pitcheo el pitcher, el jugador contrario, algún otro de nuestro equipo y yo, cuando vi que “los ánimos se caldeaban” y le dije al pitcher: “¡ya, fulano, no le hagas caso…!” Y no lo vi venir. El jugador de la American School del que no recuerdo nada, me descontó fuertemente justo en el ojo izquierdo: caí noqueado, como tabla, y desperté en el baño de hombres. Tras de llevarme a la enfermería (que es a donde me deberían de haber llevado en primer lugar), me dieron permiso de irme a casa. Llamé por teléfono y alguien fue por mí.


Con mi mamá, 7 años después


Con dos cuates 3 años antes de esta anécdota
Estuve en casa, mareado, en donde ya me atendió mi tío, el Dr. Roberto Guzmán Jasso, dos días después regresé a la escuela, con el ojo entrecerrado y todo el contorno morado. De ese color, que, por ser sangre va cambiando a azul, luego a verde, luego a verde claro y llega a amarillo, hasta que desaparece… 20 días después.  Al margen de que no supe quién me pego, ni su nombre, ni me importaba, pasados unos días, me llamó la Miss Rodríguez (la mera Directora de mi escuela) en persona para decirme que “ese muchacho ya había sido expulsado de la Escuela Americana por mala conducta y actitud antideportiva”. Me sentí feliz, no por el golpe, sino porque el méndigo era un “bad sport”. Ya no recuerdo si siguieron los juegos, creo que no. Lo triste del asunto, para mí era que mi hermano y yo, a instancias de nuestro padre, estábamos en esos días, previos a los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se celebraron ese año en México, tomando clases de box en el Deportivo Hacienda nada menos que con el profesor y manager Hernández y me daba vergüenza ir a tirar golpes al costal y a la pera con el ojo morado e hinchado, ¿Qué iban a decir de mí los demás pupilos? De
ahí nació mi afición por este deporte fantástico. ¿Alguno de ustedes ha visto boxeadores obesos?