domingo, 9 de julio de 2023

 

El Negro Durazo y yo en unas fotos.

 

Allá por 1975 iban a efectuarse unas Jornadas Científicas de la ADDF en la Ciudad de México y me habían encargado ser el Presidente de la Comisión de Difusión del congreso. Con tal motivo, el Presidente del Comité Organizador, que creo que era el Dr. Ernesto Acuña, organizó una tarde, una conferencia de prensa en un salón del Hotel Camino Real de esta ciudad.

Iba yo tarde a la cita, vestido de traje y corbata,  y al llegar a la gran manzana que alberga a dicho Hotel de cinco estrellas, me di cuenta de que no había ni un lugar en las aceras para estacionarse: es más, estaban custodiados estos lugares por elementos del Ejército armados. El estacionamiento estaba totalmente lleno, ni hacerle la lucha, así que viéndome en la forzosa necesidad de asistir y participar en la conferencia de prensa, decidí confiarme a mi buena suerte y estacioné mi auto en una esquina en la que de milagro  no había vigilancia, pero quedó estorbando el paso peatonal. Ni modo, me dije.

Arturo Durazo con uniforme de general
Me tocó caminar la larguísima acera frente al Hotel, cuando unos autos elegantes se detuvieron a mi lado y de ellos se bajaron 5 generales de División. Uno de ellos, el Jefe, era Arturo “El Negro” Durazo, entonces Jefe de la Policía Capitalina., quien de inmediato se dirigió a mí. “Muerto soy”, pensé. Lo seguían ceremoniosos los que han de haber sido los subjefes de la Policía del entonces DF. Vestían uniformes muy vistosos.




Ahora bien: toda mi etapa más o menos de juvenil a la de mediana edad me dijeron que yo era parecido al Lic. Jesús Silva Herzog Flores (quien luego fue conocido y amigo mío, gran conversador), a la sazón Secretario de Hacienda y Crédito Público, ya que en esas fechas estaba iniciando el período presidencial de José López Portillo.

Pues el señor general se dirigió a mí, y como si hubiéramos venido de la cantina, o digo, restaurante, trenzó su brazo con el mío indudablemente confundiéndome con el Lic. Silva Herzog porque nunca tuve el ¿gusto? de haberlo conocido o tratado antes… o después.  Él me platicaba con gran familiaridad y reía de alguna ocurrencia cuando nos descubrieron los fotógrafos. Resulta que estaban ahí porque el Presidente Electo había asistido a no sé qué fiesta.

Los fotógrafos nos empezaron a retratar muchas veces con aquellas camarotas con flashes electrónicos y el señor General hasta posaba un poco para ellos, siempre sonriendo (¿de qué sonreiría?). Para eso, los otros generales, se habían detenido a unos veinte pasos atrás de nosotros.

Grande fue su sorpresa cuando empezó a subir unas escaleras hacia la fiesta, y yo me zafé amablemente y le dije:

—Pues hasta aquí llego yo… Tengo otro compromiso en otro salón…

Se ha de haber quedado momentáneamente sorprendido porque ¿a qué celebración más importante podría asistir yo que a la que asiste el propio Presidente de la República?

Bueno, pues llegué tarde a la conferencia de prensa pero no la afecté en nada.

Cuento esto porque por ahí deben haber fotos mías del brazo con el Negro Durazo y si alguno de los lectores llega a ver una, esto lo explica todo.

 


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