El
Negro Durazo y yo en unas fotos.
Allá
por 1975 iban a efectuarse unas Jornadas Científicas de la ADDF en la Ciudad de
México y me habían encargado ser el Presidente de la Comisión de Difusión del
congreso. Con tal motivo, el Presidente del Comité Organizador, que creo que
era el Dr. Ernesto Acuña, organizó una tarde, una conferencia de prensa en un salón
del Hotel Camino Real de esta ciudad.
Iba yo
tarde a la cita, vestido de traje y corbata,
y al llegar a la gran manzana que alberga a dicho Hotel de cinco
estrellas, me di cuenta de que no había ni un lugar en las aceras para
estacionarse: es más, estaban custodiados estos lugares por elementos del
Ejército armados. El estacionamiento estaba totalmente lleno, ni hacerle la
lucha, así que viéndome en la forzosa necesidad de asistir y participar en la
conferencia de prensa, decidí confiarme a mi buena suerte y estacioné mi auto
en una esquina en la que de milagro no
había vigilancia, pero quedó estorbando el paso peatonal. Ni modo, me dije.
Arturo Durazo con uniforme de general |
Ahora
bien: toda mi etapa más o menos de juvenil a la de mediana edad me dijeron que
yo era parecido al Lic. Jesús Silva Herzog Flores (quien luego fue conocido y
amigo mío, gran conversador), a la sazón Secretario de Hacienda y Crédito Público,
ya que en esas fechas estaba iniciando el período presidencial de José López
Portillo.
Pues
el señor general se dirigió a mí, y como si hubiéramos venido de la cantina, o
digo, restaurante, trenzó su brazo con el mío indudablemente confundiéndome con
el Lic. Silva Herzog porque nunca tuve el ¿gusto? de haberlo conocido o tratado
antes… o después. Él me platicaba con
gran familiaridad y reía de alguna ocurrencia cuando nos descubrieron los
fotógrafos. Resulta que estaban ahí porque el Presidente Electo había asistido
a no sé qué fiesta.
Los
fotógrafos nos empezaron a retratar muchas veces con aquellas camarotas con
flashes electrónicos y el señor General hasta posaba un poco para ellos,
siempre sonriendo (¿de qué sonreiría?). Para eso, los otros generales, se
habían detenido a unos veinte pasos atrás de nosotros.
Grande
fue su sorpresa cuando empezó a subir unas escaleras hacia la fiesta, y yo me
zafé amablemente y le dije:
—Pues
hasta aquí llego yo… Tengo otro compromiso en otro salón…
Se ha
de haber quedado momentáneamente sorprendido porque ¿a qué celebración más
importante podría asistir yo que a la que asiste el propio Presidente de la
República?
Bueno,
pues llegué tarde a la conferencia de prensa pero no la afecté en nada.
Cuento
esto porque por ahí deben haber fotos mías del brazo con el Negro Durazo y si
alguno de los lectores llega a ver una, esto lo explica todo.
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