Entrada Prepa 5
En 1961, terminado el año lectivo en el CUM, logré cambiarme de Prepa a
la número 5, en Coapa, a la que adoré. Mi padre, que pertenecía en forma
distinguida al grupo del Dr. Ignacio Chávez, entonces Rector de la UNAM lo
convenció de estirar el reglamento que decía que no se podía pasar en
bachillerato de una escuela particular a una universitaria, y me inscribí en la
Preparatoria Nacional número 5, la que está en Coapa y donde tenía yo a un
amigo llamado Emilio Pérez (El Buho, antes El Pelón), del MAS. Entré a segundo
de prepa o quinto y último de bachillerato (entonces nomás eran dos de estos
altos estudio). Me costó trabajo, porque además de que era muy alto físicamente
en comparación a los demás, mi número de serie en la UNAM (6210383)
correspondía a un alumno de primero de prepa, cosa que me hacía blanco fácil
para ser rapado de la cabeza. En un principio, me fui a la Prepa 5 en un camión
de línea que se llamaba Chapultepec-Xochimilco y nos dejaba en la entrada de la
escuela (no debería haber sido así, debería habernos dejado en la esquina de
Czda. de Tlalpan y Czda. Del Hueso, pero como éramos bravos, sobre todo en
bola, los choferes nos llevaban a la puerta. Se divertían mucho con nosotros,
la verdad y nosotros les cantábamos “el chófer tiene una hermana, el chófer
tiene una hermana, el chófer tiene una hermana… y no la quiere pasar”; “Chófer,
chófer, más velocidad…” Chófer iba acentuado en la letra O. A veces les
hacíamos que juntaran al autobús llamado “ballena” a los camiones de la
embotelladora “El Naranjo” que estaba por ahí y en donde hacían unos refrescos
muy sabrosos y pequeños que se llamaban “chaparritas”, y a través de las
ventanas nos robábamos una o dos cajas de estos refrescos, que se repartían
rigurosamente entre todos en el camión. La verdad, el sistema de la Prepa 5 en
mis tiempos (aclaro: en mis tiempos) era muy agradable: Por ejemplo: si te subías
al camión y había lugar para irte sentado y se subía alguna compañera. Te
levantaba, le dabas tu lugar, pero se daba por entendido que ella llevaría tus
libros en sus piernas. Las respetábamos enormemente y nadie que no fuera de la
Prepa se podía meter con ellas. Las ayudábamos a bajar, aunque no fueran de
nuestro grupo ni de nuestro año.
Afortunadamente me libré de que
me raparan. Mi grupo era el 501 (los “cuatrocientos” eran para los de cuarto) y
estaba en el segundo piso de un enorme edificio. Todos los alrededores eran
sembradíos de alfalfa, de verduras en general. Olía gruesamente a estiércol en
toda esa zona, que era rural. Era bellísima. Había canales de riego en toda la
zona y al frente de la entrada principal (pues había varias) había una especie de
rotonda que en la periferia tenía tienditas y puestos de fritangas y tortas.
Las más famosas eran las de Don Mario, un tipo larguirucho, moreno, de pelo
negro lacio, que era amable y del que se decía que tenía unas hijas muy guapas.
Yo no sé porque no recuerdo haberlas visto nunca. Se vendían cigarros de a
pieza a 20 centavos los Raleigh, aunque los favoritos eran los Delicados
(hechos con papel de arroz, decía la propaganda). Les decíamos “delincuentes”.
Si seguías por el camino de terracería hacia el sembradío, llegabas a uno de
los estacionamientos para los afortunados alumnos que llevaban auto y para los
profesores.
Era tal el orden que privaba, que
había unos profesores que vigilaban que no hubiera violencia o delincuencia,
que los llamábamos “sheriffs”. Podían regañarte si pisabas el prado o si te
brincabas los caminos de cemento. Ellos daban clases de materias optativas e
iban de traje con corbata. Daban clases de modelismo, de modelado, de pintura,
etc. Y nosotros, los estudiantes, acatábamos sus órdenes sin chistar y de buena
gana. Esto todavía no me lo creen a quienes se los platico, pero juro que es
cierto.
Auditorio Gabino Barreda Prepa 5
Alberca Olímpica Prepa 5
Pero aunque mi salón base era el
501, tomaba clases en otros salones y en otros laboratorios, todos bien
equipados. La Prepa 5 estaba nuevecita. Se fundó en 1959, creo, y este año era
1962. Era tan alejada de la ciudad, tan descampado el sitio, que a veces había
vacas pastando dentro de las instalaciones y claro, no faltaban los muchachos
que a base de dizque “capotazos toreriles” las sacaban al campo. Así, las
clases de química orgánica con el excelente profesor Gertz las tomaba en un
salón de abajo, la de matemáticas con un mal profesor la tomaba en los
seiscientos. El Seminario de Problemas Políticos y Sociales de México lo tomaba
con una maestra joven y cuero.
Jardines y entrada Biblioteca Prepa 5
Otros profesores míos fueron Ángel Vizcaíno de
Psicología (que luego fue Director), con la maestra Elena Beristaín Díaz, alias
“Juana Gallo” (por sus coloridos huipiles), afamada maestra (Emérita en 1992) en toda la UNAM, que me daba Literatura
Mexicana, materia en la que saqué, y no es por presumir, un 10 Cum Laude. Había
un maestro ya viejo, medio ciego, pero muy bueno que nos daba Ética y era autor
de un libro sobre esa importante parte de la filosofía. En esa Prepa tomé en mis horas libres (que
eran muchas) mi primer Taller de Literatura con la Maestra (ahora también
Emérita) Margo Glantz y si hubiera tenido tiempo hubiera tomado un curso de
teatro con el afamado Héctor Azar, quien uno o dos años antes con su grupo
había ganado el torneo mundial de teatro estudiantil en Nancy, Francia.
Biblioteca Prepa 5
Gimnaso y haciendo deporte Prepa 5
Era la
Prepa 5, aunque ahora suene falso, la Prepa “modelo” de la UNAM. Tenía los
mejores y más jóvenes profesores de todas las Prepas, incluyendo a la Prepa
Uno. Y tuve la suerte de que precisamente en 1962 se inauguraran las
instalaciones deportivas más modernas de la UNAM en la Prepa: una alberca
olímpica con fosa para clavados, un súper gimnasio y una pista e instalaciones
para atletismo, con pista de tartán (que es una especie de corcho sintético) con
sus respectivas regaderas, baños y casilleros. Inauguró ese año las obras el
mismo Rector Chávez. Ese fue uno de los años más maravillosos de mi vida.
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