lunes, 27 de marzo de 2023

EL PRIMER PREMIO NOBEL

 Mi amigo Emmanuel Carballo, que entonces era mi editor, fue el que me recomendó con mi primer paciente que luego sería Premio Nobel: un escritor colombiano de edad mediana, que tenía ya varios libros que habían tenido éxito: Gabriel García Márquez, allá en 1971.



Emmanuel Carballo en su biblioteca-casa
en Copilco Universidad, 1968 (del autor)


Resulta que lo había “operado de la encía” un doctor  nicaragüense, esposo de la muy correcta profesora Gloria López Velarde.  Éste le había hecho una gingivectomía—recortado la encía de toda la boca— (que entonces ya casi no se hacía) y le había colocado un emplasto color rosa de óxido de zinc llamado Wonder Pack. Conocí a Gabo en el peor momento: le dolía horriblemente toda la boca. Yo ya sabía que ese emplasto ya no se usaba desde hacía años y lo que hice, tras consultarlo con el cirujano maxilofacial y querido maestro Dr. Francisco Raúl Miranda,

Maestro Francisco Raúl Miranda
Foto del autor


fue anestesiarlo de toda la boca y quitárselo, no sin causarle alguna molestia a pesar de la anestesia. Con eso, en uno o dos días y con la ayuda de analgésicos fuertes y antibióticos, se le quitó el dolor y nos volvimos amigos, lo que hizo que a su vez, me recomendara con otros escritores cuya lista sería larga si la enumerara. Unos se distinguieron y la mayoría no. Me dijo algo que no se me olvidará: “Yo creía que lo más terrible era venir al dentista, pero no: lo más terrible es necesitar a un dentista y no encontrarlo…” Gabo entonces tenía cabello oscuro, largo y chino y usaba unos lentes horribles de plástico imitación carey, además de que era muy flaco, “flaco como escritor”. Daba clases de literatura y de escritura y hablaba con un marcado y simpático acento colombiano. Siempre nos quisimos y yo lo admiré siempre a él y a su señora Mercedes Barcha, quien lo mantuvo mientras él escribía su obra cumbre “Cien Años de Soledad”.

Gabo en 1970, imagen tomada de la Internet.



Ahora, conozco a muchos de los actuales intelectuales, pero ya viejos. Y siento raro al ver muchachitos periodistas, politólogos o historiadores hablando en la TV o escribir en los diarios de hechos históricos como si los hubieran vivido de verdad. A veces ni idea tienen de cómo fueron las cosas. Esas es una de las razones que me llevaron a escribir estas memorias. Más adelante publicaré una imagen del libro que me dedicó.



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