El Rector Javier Barros Sierra.
Sr. Rector Javier Barros Sierra
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Los acompañaban los
jurados que otorgaron los premios, entre los cuales puedo mencionar a Juan
García Ponce, Emmanuel Carballo, Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis, Gastón
García Cantú, etc. Desde aquel momento, y habiéndose enterado por mí que
estudiaba en la Escuela Nacional de Odontología, por algún motivo le caí bien
(conocía a mi padre por fama) me llamó desde entonces “mi joven escritor” y tenía razón: yo
apenas contaba con 22 años.
El Rector era una persona bastante alta y corpulenta, con el
cabello grisáceo cuando empezó su gestión y completamente blanco cuando la
terminó. Usaba un bigote varonil muy bien recortado (también blanco) y le
gustaba usar trajes color oscuro lo que aumentaba su apariencia elegante.
Usaba calcetines cortos—no sé por qué—que le dejaban ver las
canillas blancas y sin vello cuando cruzaba las piernas. Tenía voz gruesa y no
empleaba anteojos más que para leer. Era un hombre muy bien preparado: erudito
y sabio. Un excelente político un gran Rector.
Comenzó para mí una agradable época de amistad cercana con
él. Tanto, que a veces, a través de alguno de los intendentes—cuatro a lo
sumo—, me buscaba en la ENO para que lo acompañara a su oficina en la Rectoría
para ¡platicar! Esta oficina estaba en
el 5º. Piso, estaba poblada de bellas mujeres, y tenía una notable vista hacia
el oriente de la CU entera, particularmente de la sección llamada “las islas”,
que en realidad es una serie de promontorios en un gran prado. A mí me llamaba
la atención esta deferencia.
Y se preguntarán ustedes de qué hablábamos. Pues de distintas
cosas: de política nacional (me confesó que al entonces Secretario de
Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, entre los demás secretarios algunos de
sus empleados le llamaban “la mosca” por su propensión a inmiscuirse en todos los
asuntos aunque no le incumbieran. De los viajes que le había tocado hacer, de
la gran capacidad que tenían sus subordinados cuando había sido Secretario de
Comunicaciones y Obras Públicas (hablaba especialmente bien del Director de
Aeropuertos).SCOP en 1968 en sus patios hice mi servicio militar
Le gustaba reír, aunque lo hacía parca y suavemente, y me
contaba anécdotas por ejemplo del exRector Nabor Carrillo Flores y de otros
excelsos personajes que habían sido altos directivos de las facultades y
escuelas cuando él lo fue de la Facultad de Ingeniería y, luego, funcionario
público. Era amigo del exdirector de la ENO, Nacho Reynoso.
Escuela (ahora Facultad) de Odontología UNAM |
Su amable Secretaria Particular nos servía café de excelente
calidad. Me costaba mucho trabajo despedirme de él, pues sabía que tenía cosas
más importantes que hacer que platicar conmigo, así que decidí dejar que fuera
la Secretaria la que me corriera cuando avisara que había una llamada o persona
importante que demandaban su atención.
Desde luego, yo me desvivía por hacerle preguntas sobre la
UNAM. Cuando le pregunté por qué toleraba que hubiera “porras”, se levantó,
mirando por el ventanal y dándome la espalda, y musitó algo así como “si las quitamos ¿quién protege a la
Universidad?” Me dejó helado, ya que es un punto de vista que nunca se me
hubiera ocurrido. Me confesó que en su equipo no todos le eran fieles, pero no
hizo más comentarios. Nunca lo escuché hablar bien del Presidente Díaz Ordaz,
aunque tampoco nunca lo oí hablar mal, pero se notaba que su relación no era
buena, por los intentos de Díaz Ordaz de inmiscuirse en los asuntos de la UNAM.
El 1o de abril de 1968 que tomamos la Escuela Nacional de Odontología. UNAM. |
Cuando alguna vez le mencioné de soslayo el asunto de lo que
estaba haciendo nuestro entonces Director de la Escuela, el Dr. Jesús Sarabia,
recuerdo que me dijo que “era una técnica muy vieja—dijo algo así como que era
un gallo muy jugado, o expresión similar— el rodearse de incondicionales, pero
que le propusiera yo (¡yo!) tres posibles candidatos para sucederlo de manera
que él pudiera presentar la lista ante la Junta de Gobierno”. Por más que le
hice, y por más que discretamente consulté con mis compañeros y maestros, no
pudimos conseguir tres candidatos: cuando uno era honrado, carecía de dotes de
liderazgo, o se había echado muchos enemigos, o no tenía “grupo” que lo
apoyara, o había tratado de seducir alumnas (esto último era muy frecuente con
los recién llegados). Unos eran grandes profesores, pero carecían de tiempo
para dirigir. Otros no podía abandonar sus consultorios.
Me di cuenta de la dificultad de proponer candidatos y de que
no sólo se trataba de quitar a uno, sino también de poner a otro. Tuvimos unas
tres o cuatro reuniones de este tipo y se suspendieron porque en esos tiempos
mis compañeros y yo nos decidimos a “tomar” (invadir y conquistar) a la Escuela
Nacional de Odontología el 1º de abril de 1968. Todas estas pláticas, con personajes de esta magnitud, hicieron que afilara mis experiencias y aptitudes políticas, ¡que duda cabe!El dia que la J de G cesó al Director
Barros Sierra se hubiera visto parcial si nos hubiéramos
seguido viendo en forma privada. Después de esto, personalmente me encomendó
con uno de sus funcionarios leales para que se encargara personalmente y hasta
el final del problema de Odontología. Que llegó a buen fin un año después
cuando la Junta de Gobierno cesó a nuestro Director por malas prácticas. El
funcionario que me guió fue el Lic. Miguel González Avelar, Director General
del Profesorado a los 39 años de edad, quien años después fue mi compadre al bautizar
él y su esposa a mi hijo.
A pesar de que le dimos al Rector muchas molestias cuando
tomamos la Escuela (un año y tantito más) nunca decayó nuestra amistad y me
apené mucho cuando me enteré que tenía cáncer. Falleció en 1971, a los 56 años
de edad. México y la UNAM perdieron a u gran mexicano y a un excelso
universitario.
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