EL AUGE DE LA ODONTOLOGÍA CUANDO HACIENDA NO TENIA DIENTES.
Desde inicios del siglo XX HASTA 1966 la Secretaría de Hacienda no tenía
dientes para lograr que los causantes (aquellos que obtenían ingresos por su
trabajo) pagaran los impuestos correspondientes. Ignoro cuál era la razón, pero
tal vez no había EL NUMERO ADECUADO DE INSPECTORES O DE REVISORES DE INGRESOS.
La cosa era que aquellos profesionistas que pagaban impuestos, lo hacían al
cálculo y con verdadera misericordia… hacia ellos mismos.
Un dentista exitoso, por ejemplo, pagaba como si ganara 15,000 pesos al año (que en 1940 eran $2352 dólares US, una cantidad apreciable. Para que se den una idea: un soldado americano en la Segunda Guerra Mundial ganaba 21 dólares al mes, un auto nuevo en 1945 costaba 850 dólares y una casa nueva en EEUU, unos 4,000 dólares, una Coca Cola costaba 5 centavos).
Y había un sistema
fantástico para pagar impuestos, que tal vez debería ponerse en vigor ahora: el
timbre fiscal. Este sistema era así: compraba uno los timbres fiscales (que
consistían en un timbre como postal, pero con un talón con la misma numeración)
en las oficinas de Hacienda, que había una por colonia o zona de la ciudad. Si
uno emitía un recibo por, como ejemplo, 2,000 pesos, escribía uno dos recibos
iguales (uno en papel normal, en un recetario por ejemplo, y otro en papel
calca) y en el original que era el que se entregaba al paciente, se pegaban los
timbres postales a razón de un 3%, es decir, por ganar uno los $2,000, se
pagaban a Hacienda $60. En la copia del recibo, con el que uno se quedaba,
pegaba los talones de los timbres. Había un entendido: los timbres que se
compraban ya no se devolvían y solamente duraban el año en curso, así que si
uno se quedaba con timbres sin emplear, era dinero pagado a Hacienda. Y “lo
caido, caído”. Cada año había que comprar timbres vigentes de ESE año.
¿Vendía uno su auto usado? En la factura se pegaban los timbres, y
en un papel aparte se quedaba uno con los talones. Era fácil, módico y ayudaba
a que se gravaran todos los ingresos.
Tal vez fuera bueno esto aumentando el porcentaje digamos al 6% y
que todo ingreso obtenido pagara 6%. Pero todo, además de un Impuesto al Valor
Agregado (IVA) por cada gasto que hiciera uno—incluyendo medicinas y alimentos—digamos
de 15%. Daría un total de cerca de 20% de impuestos a todos según su consumo,
pero no habría que hacer declaraciones de impuestos y tendría la ventaja de que
todos pagarían no por sus ingresos, sino por sus gastos, que tienen que ir de
acuerdo a los primeros.
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