Dr. Manuel Farill Guzmán
NO HAY DENTISTAS MILLONARIOS
Eso les digo a los asistentes a mis cursos de mercadotecnia
odontológica. Los dentistas no estamos programados para ser ricos tipo Slim.
Nos puede ir bien, podemos ganar muy bien y tener muchas clínicas (a más
clínicas, menos calidad de odontología en ellas); podemos tener un gran
automóvil y vivir en una colonia de lujo. Pero millonarios tipo Carlos Slim,
no. La profesión no da para eso.
Los únicos dentistas ricos que conozco es porque han heredado una
fortuna (uno de ellos heredó la fortuna de un pintor mexicano de gran renombre).
O porque se han casado con un cónyuge rico. O porque ya no ejercen la
odontología y se han dedicado al comercio. Ahí, en el comercio, ahora está la
lana. ESo es lo que hacen las clínicas, nos guste o no.
Además, nuestra preparación, en el 99% de los casos, nos impide
ser millonarios simplemente porque no estamos preparados para serlo. No sabemos
qué hacer cuando tenemos cantidades ilimitadas de dinero. Nos ponemos trabas para ser millonarios, no sé por qué. Les escribiré de
algunos dentistas que no pudieron ser ricos.
Lástima.
¿Y EL DENTISTA QUE NOS PROMETIÓ?
Este dentista de gran prestigio porque fue el dentista del
Presidente Miguel Alemán y su pandilla (digo, gabinete), con un gran
consultorio en una de las principales y lujosas avenidas de las Lomas de
Chapultepec —en el que había mandado hacer un nicho que contenía un busto de
(no me lo van a creer): ¡Pierre Fauchard!—, se hizo famoso por ganar mucho
dinero que todo el mundo atribuía a los enormes honorarios que les cobraba a
sus clientes. Pero no.
Resulta que este dentista, de plateada cabellera, casó con la
hermana de un Vicepresidente del Bank of Gringofornia (un bancazo de EEUU), con
sede en Nueva York. Y éste le prestaba dólares con intereses bajísimos por ser
su cuñado, tipo EEUU de aquel tiempo, y el dentista le pagaba puntualmente tras de haber prestado ese dinero
transformado a pesos a intereses altísimos—tipo usura en México— a quienes se
lo solicitaban. El dentista se quedaba con las pingües ganancias, de las que
seguramente nunca enteró a la Secretaría de Hacienda. Era un dentista que se
dedicó a la usura y por eso se hizo rico. Jamás se distinguió en la odontología
por haber hecho nada ni nuevo ni sensacional.
Pero rico, como Carlos Slim, nones.
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