miércoles, 30 de agosto de 2023

Mi coche y algunos recuerdos de la Prepa 5

Era 1962. Mi padre siempre me había amenazado con que yo “nunca tendría coche” o si acaso “una carcachita para que me entretuviera arreglándola” y eso a mí me daba coraje. ¿Para qué me restregaba lo que no iba a darme? De pronto, al notar la gran distancia que había entre la casa y la Prepa, y sin que yo se lo pidiera, me compró un Renault Gordini dorado. ¡Jalaba muy bien! Y yo lo estacionaba en el estacionamiento. Jamás nadie lo rayó, ni menos le robó alguna pieza. En la DINA Renault le conseguí unas calcomanías para las ventanas de las puertas traseras que decían “Renault Race Rats” y tenían un dibujo bien hecho de una rata con cara de maldosa. En él le iba dando aventones a lo largo de la avenida División del Norte y luego de la Calzada de Tlalpan a los que me lo pedían sin cobrarles ni un centavo. Eso sí: cabíamos cinco, nada más. Se lo agradecí a mi jefe—aunque pensaba yo que era como una pequeña compensación por haber hecho triste una parte de mi infancia— y me dio una gran movilidad. Ya podía yo irme a tomar refrescos con mis novias al “Naranjito” o ir “al Laguito” (que ahora es la pista de canotaje olímpico de Xochimilco). O ir a casa de algún compañero a estudiar, aunque pensándolo bien, no iba yo a casas de compañeros. De hecho, me cuesta mucho trabajo acordarme de compañeros por sus nombres. Recuerdo a Novaro (el de la editorial, que vivía en la mera plaza de Chimalistac), a Teyssier, al Monstruo, a Chainé (que luego se hizo policía de la DIP y que era malo), a García Garza (presidente de la sociedad de alumnos),a Héctor Galindo, u grillo, y ya. De las chicas me acuerdo de una que se maquillaba como muerta (le decían La Muerta), de Amparo Canto (guapa, de Campeche), y ya. ¿Tuve novias? Sí, varias, pero no recuerdo el nombre de ninguna.

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