viernes, 7 de diciembre de 2018

¡Ah, la soledad!


¡Ah, la soledad!
Dr. Manuel Farill, diciembre de 2018.

A los de mi generación y anexas nos está pasando algo muy natural. Nos vamos quedando sin compañeros de edad. “Yo sé que todos vamos para allá, pero (como me dijo mi amigo Federico Ladrón de Guevara), que no empujen”…

Y es que estamos llegando o ya llegamos a una edad en la que vamos cerrando nuestros ciclos. Nuestro hijos vivirán más tiempo, y nuestros nietos ni se diga. El problema va a ser económico: ¿quién los va a mantener? ¿Seguirán trabajando en lo que nosotros trabajamos? Hay una gran cantidad de “carreras” por inventarse.  No hay ningún sistema social que pueda mantener a una creciente población de viejos porque hemos limitado el crecimiento poblacional.

Pero es muy triste y deprimente que no tengamos con quien platicar agradablemente con coherencia, con sabiduría y con conocimientos, de los eventos que hemos sido testigos y a veces actores. Todo ahora es cultura segmentada, a cachitos, de internet (lo escribí adrede sin mayúscula). Los jóvenes tienen su propia cultura y su desapego por hablar con la gente que está presente (prefieren hacerlo con los que están lejos, vía el celular) en la que saben una frase de un tema, para eso está Wikipedia.  Cuentan en Facebook a los demás lo que les parece importante, novedoso o hilarante y que a nadie le interesa excepto a ellos. Tuitéan estupideces generalmente no bien pensadas y mal sustentadas y muchas veces se arrepienten después (¿verdad, Sr. Trump?)  Pero lo escrito queda y recordemos que las heridas de bala cicatrizan, pero las “de lengua” jamás cierran. Yo, en lo personal, no vuelvo a hablar de política o historia con alguien que no haya estudiado bien, con bases, por lo menos los últimos 200 años, porque tienden a creer todo lo que ven en internet, no leen libros ni estudian.

Dr. Azuara, conferenciante gringo, El Charro Robledo y Raúl Cameras
Dres. Humberto Rodríguez, Alberto Cota, Eduardo Ortega, Enrique Aguilar, Aurelio Herrero y Maestro Sánchez Torres, foto del autor (ca. 1972)
Este año sufrimos, entre otros, la pérdida de dos personajes de la odontología: a Tetsuji Tamashiro, un excelente cirujano máxilo-facial todavía adiestrado por el Maestro de maestros Javier Sánchez Torres en el Hospital Juárez, y a Aquiles Brindis, un excelente rehabilitador, con gran carisma y sobre todo con una gran predisposición didáctica. Hasta donde veo las cosas, son personalidades irremplazables, como lo fueron antes el Charro Robledo, Carlos Rosas, Erick Martínez Ross, Emilio Aguirre Gas, Eduardo “El Gallo” Ortega,  Raúl Espinosa de la Sierra (¡salud, maestro y amigo!),
Maestro Espinosa de la Sierra y Manuel Farill, Ca. 2000
Juanito Talamás, Enrique Aguilar, el Maestro Sánchez Torres, Francisco “Panchito” Miranda,
Maestro Francisco Raúl Miranda
Abraham Chisikovsky,
Dres. Melitón Cross Lecanda, Abraham Chisikovsky, Luis Farill Solares, foto del autor, ca. 1985
Julián Fajardo y Carlos Ripol. ¿Quién puede sustituir a estos grandes?
¿Con quién se puede uno divertir y aprender tanto hoy en día como antes lo hacíamos con el dueto de El Charro Robledo y Raúl Espinosa en el ambiente de un bar? ¿O a estos dos junto con Carlos Trujillo? (El afortunadamente aún vive y muy bien.  Y si se juntaban con los demás, eran de llamar la atención. Esas reuniones muchas veces fueron en el restaurante “Passy” de la calle Amberes. Yo recuerdo que a veces me tenía que levantar de la mesa para respirar porque literalmente me dolían las costillas de las carcajadas que pegaba. Es una verdadera lástima que las nuevas generaciones no los hayan conocido es sus momentos de triunfo, cuando eran los gallones de la odontología de verdad.  Ahora los comerciantes son los gallones, porque se han unido y los dentistas nos hemos dividido; y la odontología se ha convertido en gran parte en una nueva especialidad llamada “parchodoncia”, aunque sigue habiendo dentistas que hacen una gran odontología.

No quiero hacer comparaciones con el día de hoy, pero en 1970, éramos 5 mil dentistas en el país (fue la generación “de oro”) y ahora somos más de 145 mil, muchos de ellos de universidades desconocidas por no llamarles “patito” (¡y hay 55 mil más  estudiando la carrera!). Ya no hay la cohesión que hubo entonces, cuando casi todos nos conocíamos, por lo menos de nombre. ¡Y se quejan de la crisis! Eso sí: si a alguno de nosotros lo invitan a dar clases a cualquier “universidad” privada  (que debería impartir conocimientos universales, de ahí el nombre), van gustosos aunque les paguen una porquería, como lo hacen todas, con tal de ganar “prestigio”. ¿Prestigio de qué o ante quién?  Supongo que por debilitar al gremio, de crear in-competencia, de crear esquiroles. En promedio, hoy por hoy hay 800 presuntos pacientes por dentista, ¿eso nos basta para vivir decorosamente suponiendo que los 800 de verdad acudieran al dentista y tuvieran con qué pagarle?

Pero regresando a nuestros finados y admirados amigos,
Dres. Aquiles Brindis, Guillermo Espinosa, Homero Robles, Raúl Espinosa, XXXXXXX y Manuel Farill
les puedo decir, como consolación, lo que me contó un amigo mío recientemente tras de asistir a una misa de difuntos. Dice que dijo el sacerdote: “los muertos están muertos sólo para nosotros los vivos, porque para los creyentes (en casi cualquier culto) han nacido a una vida mejor”.
Dr. Tetsuji Tamashiro, 2005

Respeto todas las creencias y especialmente la no creencia, es un espacio personal que podríamos llamar “the Gap” o “la brecha”, en la que cada quien piensa como quiera sin que trate de catequizar a los demás, cosa que se me hace muy molesta. Espero que mis amigos, estén en donde estén, se acuerden un poco de nosotros y nos iluminen e inspiren. Si ellos no nos inspiran, deben inspirarnos sus ejemplos y sus maneras de vivir y de enseñar con el ejemplo.

Bueno, con mi más sentido pésame a sus familias y al gremio, a sus amigos, y esperando que esta epidemia de fallecimientos haya amainado (por lo menos temporalmente, aunque no lo creo
), me despido de ustedes haciendo un homenaje al querido Tama (como le llamábamos sus amigos) y al buen Aquiles. Un saludo afectuoso, Manuel

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