¡Ah,
la soledad!
Dr. Manuel Farill, diciembre
de 2018.
A los de mi generación y
anexas nos está pasando algo muy natural. Nos vamos quedando sin compañeros de
edad. “Yo sé que todos vamos para allá, pero (como me dijo mi amigo Federico
Ladrón de Guevara), que no empujen”…
Y es que estamos llegando o ya
llegamos a una edad en la que vamos cerrando nuestros ciclos. Nuestro hijos
vivirán más tiempo, y nuestros nietos ni se diga. El problema va a ser
económico: ¿quién los va a mantener? ¿Seguirán trabajando en lo que nosotros trabajamos?
Hay una gran cantidad de “carreras” por inventarse. No hay ningún sistema social que pueda
mantener a una creciente población de viejos porque hemos limitado el
crecimiento poblacional.
Pero es muy triste y
deprimente que no tengamos con quien platicar agradablemente con coherencia,
con sabiduría y con conocimientos, de los eventos que hemos sido testigos y a
veces actores. Todo ahora es cultura segmentada, a cachitos, de internet (lo
escribí adrede sin mayúscula). Los jóvenes tienen su propia cultura y su
desapego por hablar con la gente que está presente (prefieren hacerlo con los
que están lejos, vía el celular) en la que saben una frase de un tema, para eso
está Wikipedia. Cuentan en Facebook a
los demás lo que les parece importante, novedoso o hilarante y que a nadie le
interesa excepto a ellos. Tuitéan estupideces generalmente no bien pensadas y
mal sustentadas y muchas veces se arrepienten después (¿verdad, Sr. Trump?) Pero lo escrito queda y recordemos que las
heridas de bala cicatrizan, pero las “de lengua” jamás cierran. Yo, en lo personal,
no vuelvo a hablar de política o historia con alguien que no haya estudiado
bien, con bases, por lo menos los últimos 200 años, porque tienden a creer todo
lo que ven en internet, no leen libros ni estudian.
Dr. Azuara, conferenciante gringo, El Charro Robledo y Raúl Cameras |
Dres. Humberto Rodríguez, Alberto Cota, Eduardo Ortega, Enrique Aguilar, Aurelio Herrero y Maestro Sánchez Torres, foto del autor (ca. 1972) |
Este año sufrimos, entre
otros, la pérdida de dos personajes de la odontología: a Tetsuji Tamashiro, un
excelente cirujano máxilo-facial todavía adiestrado por el Maestro de maestros
Javier Sánchez Torres en el Hospital Juárez, y a Aquiles Brindis, un excelente
rehabilitador, con gran carisma y sobre todo con una gran predisposición
didáctica. Hasta donde veo las cosas, son personalidades irremplazables, como
lo fueron antes el Charro Robledo, Carlos Rosas, Erick Martínez Ross, Emilio
Aguirre Gas, Eduardo “El Gallo” Ortega, Raúl Espinosa de la Sierra (¡salud, maestro y
amigo!),
Maestro Espinosa de la Sierra y Manuel Farill, Ca. 2000 |
Maestro Francisco Raúl Miranda |
Dres. Melitón Cross Lecanda, Abraham Chisikovsky, Luis Farill Solares, foto del autor, ca. 1985 |
¿Con quién se puede uno
divertir y aprender tanto hoy en día como antes lo hacíamos con el dueto de El
Charro Robledo y Raúl Espinosa en el ambiente de un bar? ¿O a estos dos junto con
Carlos Trujillo? (El afortunadamente aún vive y muy bien. Y si se juntaban con los demás, eran de llamar
la atención. Esas reuniones muchas veces fueron en el restaurante “Passy” de la
calle Amberes. Yo recuerdo que a veces me tenía que levantar de la mesa para
respirar porque literalmente me dolían las costillas de las carcajadas que
pegaba. Es una verdadera lástima que las nuevas generaciones no los hayan
conocido es sus momentos de triunfo, cuando eran los gallones de la odontología
de verdad. Ahora los comerciantes son
los gallones, porque se han unido y los dentistas nos hemos dividido; y la
odontología se ha convertido en gran parte en una nueva especialidad llamada
“parchodoncia”, aunque sigue habiendo dentistas que hacen una gran odontología.
No quiero hacer comparaciones
con el día de hoy, pero en 1970, éramos 5 mil dentistas en el país (fue la
generación “de oro”) y ahora somos más de 145 mil, muchos de ellos de
universidades desconocidas por no llamarles “patito” (¡y hay 55 mil más estudiando la carrera!). Ya no hay la
cohesión que hubo entonces, cuando casi todos nos conocíamos, por lo menos de
nombre. ¡Y se quejan de la crisis! Eso sí: si a alguno de nosotros lo invitan a
dar clases a cualquier “universidad” privada (que debería impartir conocimientos
universales, de ahí el nombre), van gustosos aunque les paguen una porquería,
como lo hacen todas, con tal de ganar “prestigio”. ¿Prestigio de qué o ante
quién? Supongo que por debilitar al
gremio, de crear in-competencia, de crear esquiroles. En promedio, hoy por hoy
hay 800 presuntos pacientes por dentista, ¿eso nos basta para vivir
decorosamente suponiendo que los 800 de verdad acudieran al dentista y tuvieran
con qué pagarle?
Pero regresando a nuestros
finados y admirados amigos,
les puedo decir, como consolación, lo que me contó
un amigo mío recientemente tras de asistir a una misa de difuntos. Dice que
dijo el sacerdote: “los muertos están muertos sólo para nosotros los vivos,
porque para los creyentes (en casi cualquier culto) han nacido a una vida
mejor”.
Dres. Aquiles Brindis, Guillermo Espinosa, Homero Robles, Raúl Espinosa, XXXXXXX y Manuel Farill |
Dr. Tetsuji Tamashiro, 2005 |
Respeto todas las creencias y
especialmente la no creencia, es un espacio personal que podríamos llamar “the
Gap” o “la brecha”, en la que cada quien piensa como quiera sin que trate de
catequizar a los demás, cosa que se me hace muy molesta. Espero que mis amigos,
estén en donde estén, se acuerden un poco de nosotros y nos iluminen e
inspiren. Si ellos no nos inspiran, deben inspirarnos sus ejemplos y sus
maneras de vivir y de enseñar con el ejemplo.
Bueno, con mi más sentido pésame
a sus familias y al gremio, a sus amigos, y esperando que esta epidemia de
fallecimientos haya amainado (por lo menos temporalmente, aunque no lo creo
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